Lo sabemos todos y todas…Y todo, a veces, se parece tanto al ayer…Un ayer, por ejemplo, en el que yo tenía la edad de mi hijo menor…Y todo el mundo, mi mundo, se reducía en jugar, a reír y a cantar. Y tenía las manos de mamá y de papá…Aunque no tenía abuelos. Parece ayer el tiempo de sobremesas…Le parecían tan eternas a mis ansias por mi cita con el juego –siempre tan impaciente- y sin embargo se diluyeron tan rápido, o será acaso que en serio pasó tanto tiempo…Pero y seré insistente, aunque el tiempo es veloz, la vida pasa y los años suman, aunque el tiempo pasa y pase y lo sepamos todos, también para algunos la vida sigue siendo esencial. Y en aquellos tiempos las sobremesas eran parte de lo esencial. El mundo no solo se arreglaba en las mesas de los bares y de los cafés, también se arreglaba en los hogares y con la familia. Los padres de familia, los cuñados, los tíos, los amigos y las mujeres, las esposas, las madres, las hijas, los hijos…en fin…la familia. Y mientras vuelvo a la sobremesa que algunos trabajos me robaron, me doy cuenta que no es la misma que con papá, mamá, las tías y el café…hoy, hay muchos menos y paradójicamente muchos más. Ahora son, modernidad y pos modernidad mediante, sentados a la mesa, con mi hijo menor, mi hija mayor que me hizo abuela, el hijo que me hizo ganar una consuegra a la que voy conociendo. Y los abuelos que me faltaron a mí, los tiene mi nieta hoy y soy una de ellas. Y la vida compensa y está bien para mí verlo, en un domingo como hoy de de feriado largo, en el que los recuerdos se transforman en nostalgias debidas…Y así, otra vez, volvieron a mi, las sobremesas, con risas, sonrisas, metidas de patas, enojos y desenojos, en los que estamos todos los que hoy, dicta el presente que estemos, más otros bisabuelos que solo están si yo los traigo de la mano y hago sentar a su recuerdo, junto a mí y les doy el estatus que tienen: bisabuelos, por la familia que formé.