Siempre he encontrado cierta similitud entre el responsable de Recursos Humanos de una empresa y un profesor. Ambos deben ganarse la confianza y el respeto de las personas con las que trabajan aunque, en ocasiones pueden llegar a olvidar que una condición previa es confiar y respetar al otro.
Las tácticas de entrada son tantas como imitaciones del auténtico melón de Villaconejos existen. En esto, resulta cierta la coplilla del librillo de cada maestrillo aunque ciertos comportamientos se repiten con excesiva insistencia generando unos arquetipos sencillos de describir.
1.EL SARGENTO CHUSQUERO
Esta figura es fácilmente reconocible. Serio como forma suave de definir un mal encaramiento que recuerda a Carrero Blanco que se fue a los cielos, canon escultórico para el megalítico Ávalos.
El sargento chusquero aprendió el manual de supervivencia antes de incorporarse a su labor y lo sigue al pie de la letra. Es difícil entrever sus sentimientos, incluso se duda de ellos aunque siempre se acaba pensando en la mujer y los hijos que deben soportarle con tedio y fastidio cuando al anochecer recala en su casa. Se alaba su capacidad de imponer orden y disciplina, pero cuando las cosas vienen mal dadas y las personas a su cargo deben realizar un esfuerzo adicional, es dudoso que consiga la más mínima adhesión. Carece de crédito aunque los más generosos se consuelan pensando en su equidad y objetividad. Al fin y al cabo, su única virtud es la atonía de su comportamiento sea cual sea la circunstancia. Está preparado para administrar rutinas y hacerlas cumplir. Desconoce la palabra problema y, menos aún la oportunidad, por ello, jamás llegará más allá de lo que es: el guardián en el centeno.
2.EL COLEGA
Fósil postindustrial nacido al amparo de la modernidad empresarial de los años noventa. Joven eterno, desenfadado, optimista mal informado, sonrisa profiden, en definitiva, una maldición para quien deba soportarlo. Especializado en generar “buen ambiente” que, en realidad, se traduce en un clima distendido proclive a la abulia. Funciona biencuando el contexto es tan llano en turbulencias como los paramos de Palencia, pero puede llegar a ser lo peor que le puede ocurrir a la empresa cuando la situación se vuelve inestable. Parece tener crédito, pero, en realidad, es menos de fiar que un golfo apandador, por ello, jamás llegará más allá de lo que es: el alegre cachorro que nunca creció.
3.El AMERICANO IMPASIBLE
Hibrido, mitad chusquero, mitad colega, parece de fiar aunque uno nunca sabe a qué atenerse cuando esboza una ligera sonrisa que suena a mueca descreída. Templado aunque sin llegar al frío polar, comprensivo, pero sin caer en la emotividad mojigata, justo y objetivo aunque es mejor no ponerle en el disparadero, eficiente y eficaz, pero no suficientemente humano, pulcro y puntilloso en su apariencia aunque indefectiblemente gris marengo y azul Oxford. Uno siempre se siente incomodo en su presencia y espera la palabra que nunca acaba de llegar y se marcha con la sensación de no haber conseguido casi nada. Sirve para un roto y un descosido, da lo mismo un panaché que un cocido. Es el ejecutivo ideal aunque siempre se tiene la sensación de qué carece de algo difícil de definir y, menos aún de expresar.
Es el auténtico y genuino responsable de los Recursos Humanos de una organización. Siempre llegará a más de lo que es: el americano impasible.
4.EL HOMBRE DE SU TIEMPO
Ni chusquero, ni colega, ni impasible, simplemente un hombre de su tiempo. Activo, tecnológico, fácil de abordar aunque difícil de convencer, versado en las últimas tendencias, made in bussines school byno se cuantos, admirado aunque no necesariamente admirable, el hijo que toda madre quisiera tener, casual premeditado y tortuosamente estudiado, corredor de maratón aunque jamás de fondo, sus colegas directivos no acaban de pillarlo y “las personas” de la organización menos aún. No es lima, ni limón, pero tampoco frambuesa o grosella, más bien esencia de laboratorio con cierto toque a canela y teja. Parece que sí, pero resulta que no, oye pero no escucha, ve pero nunca observa, siente pero no padece. Es el hombre de su tiempo, indefinido, cambiante, imprevisible y, en definitiva, caduco. Nunca llegará más allá de lo que es: un scherzo pasajero antes del movimiento final de una sinfonía que tocaa su fin.
El futuro nos deparará otros arquetipos, ni mejores, ni peores, simplemente diferentes. Pero una cosa es cierta: no necesitamos ni profesores, ni responsables de Recursos Humanos. El futuro es de los Educadores y los Facilitadores del desarrollo de las personas.