El trabajo en la sociedad
Publicado el 15 noviembre 2013 por Farranz
INTRODUCCIÓN La mayoría de los seres vivos, que ocupan el espacio vital de este planeta llamado Tierra, trabajan incluido el suelo que pisamos. El ser humano, que es al que vamos a dedicar este análisis, antes de ser consciente de su humanidad ya trabajaba, bien cazando o creando utensilios básicos para su subsistencia. DEFINICIÓN DE TRABAJO Una aproximación básica sería “la valoración del esfuerzo realizado por un ser humano”. Luego tendríamos, el punto de vista económico: “la acción que realiza una persona, que está ocupada en llevar a cabo una serie de temas o actividades a nivel físico o intelectual” Y por último la que hace la referencia “a la ocupación que tiene un hombre o mujer fuera del hogar, por la que recibe una asignación económica mensual”. EL TRABAJO UNA MALDICIÓN Durante años se ha llegado a considerar el trabajo como una maldición, tras la rotura de la relación del hombre con su Creador, tal como nos relatan las primeras páginas del Génesis. En aquel lugar idílico llamado Paraíso, se produjo el conocido acto de rebelión del ser humano. Las consecuencias de este acto, provocaron la expulsión del Hombre del Edén, según La Biblia. La idea sin embargo, deriva de la mala interpretación del Génesis (3, 17-19) “Porque hiciste caso a tu mujer, y comiste del árbol que te prohibí, maldito será el suelo por tu culpa; comerás del él con fatiga mientras vivas. Con el sudor de tu frente comerás el pan…” Esto no significa que antes de la caída Adán y Eva no trabajaran, ya que ninguno de ellos estaba exento de actividad en el Paraíso, puesto que no estaban de vacaciones. Pero ahora el esfuerzo será mayor, al no tener la tierra la fertilidad primaria anterior a la caída. EL TRABAJO UNA BENDICIÓN La Biblia es uno de los libros más antiguos de la historia del ser humano y en él se nos relata desde las primeras página una vida de trabajo. Primero es el Creador con su ejemplo. Éste dedica los seis primeros días o períodos a la actividad creadora, para luego tomar descanso el séptimo día. Los patriarcas con el cuidado de su ganado y la explotación de sus tierras más tarde, son el ejemplo de una vida llena de actividad. El trabajo se convierte en una bendición, cuando yo en mi actuar, aporto lo mejor de mi mismo poniéndolo al servicio de la comunidad. Darse uno, siempre será uno de los aspectos más importantes de la Fraternidad. Es verdad, que no siempre se trabaja en aquello, que uno cree le va a suponer una mayor satisfacción, pero debemos intentar hacerlo, como si de nosotros dependiera la vida de los demás. Cuando hacemos aquello que nos gusta, la palabra trabajo desaparece, sustituyéndola por otra: la vocación. EL TRABAJO ES UNA OBLIGACIÓN La palabra obligación ha sido una constante en la vida de la humanidad, pero más si cabe, durante la época esclavista. Aquellos trabajadores no sólo no tenían opción de escoger, sino que eran obligados a trabajar inclusive con castigos severos por parte de sus propietarios. Hoy día, se nos hace cuesta arriba trabajar, cuando no encontramos una satisfacción o lo consideramos un castigo. San Pablo en sus cartas a los Tesalonicenses (3, 6-12) ante la situación que vivía la comunidad, en el que un grupo se negaba a trabajar, mientras esperaba la venida de los Tiempos, éste les dice: “que si alguno no quiere trabajar que no coma” El trabajo es un deber y una obligación. EL TRABAJO EN LA SOCIEDAD MODERNA En la actualidad nos encontramos en una encrucijada con respecto al trabajo. Las empresas despiden a sus trabajadores por falta de actividad o por el deseo de rentabilizar sus plantillas. Algunas cierran por dificultades de financiación, dejando a muchas familias en graves dificultades. Para la mayoría de éstas, esto supone un doble problema. El principal es el económico, ya que dejan de percibir el sustento con el que mantenerlas y atender a sus compromisos; existiendo un segundo que afecta a la dignidad humana. A mi manera de ver, la globalización de los mercados y el exceso de consumismo han llegado al tope. La deuda asumida por los particulares y el excesivo gasto inútil en el campo de las instituciones, da como resultado el probable impago de la deuda. Sólo recuperando la cordura y el sentido común, así como volviendo a tiempos pasados en que las familias solamente compraban cuando habían reunido el importe a gastar, se volverá a generar un cierto ahorro, que permitirá el pago de esa inmensa deuda. EL EQUILIBRIO PERFECTO Bertrán Russell escribió en 1992, que él y su generación habían sido educados en el espíritu del refrán: “La ociosidad es la madre de todos los vicios”. Con el paso de los años te das cuenta, de que las generaciones anteriores hemos dedicado muchas horas al trabajo, tal vez en demasía, olvidándonos de que existían otras cosas en nuestras vidas. Las grandes corporaciones han proyectado a la sociedad una serie de necesidades, que posiblemente hubiésemos podido obviar. Sin embargo para su consecución, los humanos nos hemos dedicado a trabajar más horas de las que serían necesarias para subsistir. En el afán de alcanzarlas hemos quitado tiempo a nuestras familias y al ocio. Ahora es el momento de plantear otra alternativa, que cada vez va a ser más necesaria ante la escasez de puestos de trabajo. Una disminución del tiempo de trabajo, con la lógica reducción del salario, permitiría a otras personas incorporarse al mismo, obteniendo ingresos con los que podrían adquirir los productos de primera necesidad y las comodidades elementales de la vida. Su tiempo libre les permitiría disfrutar de sus aficiones o adquirir habilidades. Los campos de la cultura se verían favorecidos: bibliotecas, pintura, música, teatro aficionado, corales, escritores, escultores, etc... Todo ello daría lugar a una vida un poco más relajada, lo que ayudaría a la convivencia en general. Eso sí, para ello es necesario contar con la renuncia de todos.