Para no aburrirles con el relato del largo recorrido de Marcelino, sólo decirles que, según este señor de Arico que me hacía el relato, hasta la última estación, la de Tacoronte, llegó Marcelino con su dedo enrielado, su hatillo y una comitiva de curiosos que le acompañaban renovándose de parada en parada, porque claro el tranvía también venía detrás.
¡¡¡ Qué exagerado, no ¡¡¡