Es una maravilla cómo nos unen a todos las redes sociales. Cómo con sólo un par de clicks estamos más cerca que nunca de nuestros ídolos, de las personas que más admiramos y a las que creíamos inalcanzables.
Gracias a los blogs, por ejemplo, yo he tenido ocasión de mantener una charla virtual con mi apreciado Alfredo Gómez Cerdá, autor de mis libros favoritos de la infancia.
En fareborn he llegado a conocer los hábitos culinarios del hombre que susurra a los perros, César Millán, y en twitter es sencillo encontrarte a Buenafuente de cháchara con sus seguidores.
Nunca, y lo digo con conocimiento de causa, fue tan sencillo acercarte al famoseo. Antes recuerdo que si te molaba un cantante, te hacías socio de su club de fans y los presidentes de dicho club te enviaban fotos, revistas, novedades y pegatinas. Pero ni con ésas conseguías la dirección postal del artista para escribirle directamente. Y ya del teléfono ni hablamos, claro.
De esta forma crecías convirtiendo a tu ídolo en semidiós, ser lejano e inaccesible que no necesita dormir, comer o hacer pipíns porque está por encima de esas miserias mundanas.
Ahora no. Ahora las famosas cuelgan fotos suyas en el baño, recién levantadas y con el pelo revuelto en twitpic. Los cantantes nos muestran sus ratitos de tiempo libre, esos que dedican a componer, y podemos ser testigos de sus nuevos trabajos antes que nadie si nos metemos en su canal de youtube. Los escritores debaten con sus lectores entre tweet y tweet cuál sería un buen argumento para su próxima novela, haciéndoles partícipes y cómplices de su creatividad. Los futbolistas nos hablan de sus impresiones tras los partidos, y los presentadores de la tele se meten con la competencia alegando, dicen, sentirse en familia con nosotros leyendo.
Muchos listos se benefician haciéndose publicidad, claro, puesto que son conscientes (pillines) de que el twitter de un famoso es seguido por cienes y cienes de personas y aprovechan para dejarse ver por sus timelines. (Si no sabéis lo que es el timeline no sois modernos, lo sepáis) Todo está permitido si el fin es ser retweeteado por Buenafuente. Da igual si le preguntas de qué color son sus gallumbos o si se mete el dedo en la nariz cuando nadie le mira: lo importante es llamar su atención y que te responda, para que todos lo vean.
Además es curioso cómo esas supuestas "cuentas verificadas" de los famosos de facebook o twitter son menos selectivas que la boca de Nuria Bermúdez: cualquiera que les mande una invitación de amistad verá que es aceptada en un ratito de espera, junto con 34.678 peticiones más. Cuesta sentirse especial entre tanta gente pero... qué mas da, ¡eres su amigo en facebook!
Personalmente me gustaba más cuando los artistas eran dioses y no tenían mocos. Que sí, que mola mucho que sean cercanos y podamos dirigirnos a ellos directamente y no por medio de terceros, pero no sé, creo que se ha perdido la magia.
Sobre todo después de presenciar la riña entre Demi Moore y su noviete en directo, de tweet en tweet. Dónde quedó el glamour... dónde.
Por si acaso tenéis curiosidad, os dejo un link repleto de twitters de famosos.