Es relativamente frecuente que los pacientes traigan regalos a las consultas. No soy partidaria, pero a ellos les gusta. Total. Qué daño hace un dulcito. A veces somos los propios trabajadores los que llevamos comida para compartir a media mañana. Siempre hay algún residente agradecido, un rotante de fuera que se despide, alguien se jubila y entre tanto melodrama y yo entra bien algo para chascar. Reponer baterías a media mañana es necesario. Lo duro ocurre si tienes la desgracia de tener la mañana ocupada y tienes que saltarte el kit-kat.
Entras como en un remolino de hambre-sed y al final sueles terminar comparando las lesiones de los enfermos con comida. Esta es la triste historia del médico residente. Pocas veces tenemos tiempo para desayunar y si acaso estás de suerte y tienes un minuto para pasar por el office, llegas con frecuencia a coger el último trozo y... la verdad es que antes de pensar por qué estaba ese trozo solito ahí, si se cayó al suelo o lo tocaron con las manos sucias, ya te lo has comido.