El ocaso de Judas es una triste historia humana reveladora de los misterios del corazón, capaz de los más bellos heroísmos y de las más bajas vilezas. En cada corazón late en potencia un traidor o un santo.
"¿Soy yo?, Señor" Es la pregunta que debe hacerse cuando alguien informa de cosas y horrores. Que suceden en el mundo o en nuestra misma calle. La reacción de Jesús no es violenta ni drástica. Con suma delicadeza ofrece a Judas una última oportunidad. Él se va, no es despedido. Es un abandono, una vocación fallida, un ministerio infecundo, un mensajero de amor convertido en portador de muerte. Una vida negra de traición y además estéril.
No se puede desfigurar la historia situándola en un pasado remoto y haciéndola irrepetible. Jesús sigue teniendo sus incondicionales y también sus traidores, y esto a nivel de teoría y praxis ordinaria. Por eso el caso Judas invita a una serena reflexión sobre la fidelidad a la amistad con el Maestro y a ser consecuente en torno a los que le permanecen fieles en el amor.
Un día nos dijo: "El que a ustedes escucha a mí me escucha" (Lc 10,16)