El último Gran Duque, el color naranja, masajes perfumados

Publicado el 16 enero 2016 por Ptolomeo1

David Bowie se fue el pasado 10 de enero. A fuerza de repetición la circunstancia se ha tornado creíble, pero aún cuesta calibrar el peso de la información. Nacido David Robert Jones en el año 1947 en Londres, artista visceral y trabajador incansable, a sabiendas de su enfermedad se despidió con Blackstar, el último obsequio legado al mundo lanzado tres días antes de su muerte física. La canción Lazarus alude a una transición que vislumbraba cercana, basta ver el videoclip tan inquietante como revelador.

Puntal decisivo en la consagración del glam rock y destacado exponente de otros géneros como el punk, la electrónica y el soul, David Bowie saltó a la fama con su segundo disco, Space Oddity, cuando contaba con 22 años de edad. Dueño de una voz peculiar y una creatividad desbordante, su alter ego Ziggy Stardust lo catapultó al rol de personaje de la cultura popular. Aladdin Sane fue el álbum que alcanzó el primer lugar en su tierra natal. El Duque Blanco habría de surgir con la etapa soul, en la que lograría el sueño de tantos cantantes: entonar como propio un género ajeno. A partir de ese momento el título le perteneció por derecho propio, un atributo personal devenido de la nobleza de su talento.

Tan irreverente y desafiante como atractivo, la ambigüedad sexual de la que hizo gala lo convirtió en símbolo de la reivindicación gay. La diversidad de sus transformaciones y la habilidad gestual desplegada tenían mucho que ver con una formación teatral en la que llegó a dominar las técnicas del teatro kabuki, porque Bowie fue también actor consumado: vampiro en El ansia, rey goblin en Labyrinth, Poncio Pilato en La última tentación de Cristo, por citar sólo algunas de las películas que contaron con su presencia y sus dotes actorales.

Lejos de los excesos y las desintoxicaciones de antaño, los años´90 lo encontraron enamorado hasta los huesos de Iman, la mítica modelo negra que con su presencia abrió camino a las jóvenes de su raza. Bowie compuso Black Tie White Noise en ocasión de la boda y la acompañó en Keep a child alive, el programa para brindar contención y ayuda a las familias africanas con niños afectados con VIH.

Lector empedernido, la publicación de la lista de sus 100 libros favoritos enmarca el universo interno del artista: desde Homero hasta Dante, desde Lampedusa hasta Camus, desde Junot Díaz hasta Yukio Mishima, sin olvidar la poesía de O´Hara o T.S. Elliot, la historia o la psicología. Un mundo tan inmenso como la versatilidad de Bowie,  quien se definía con pocas palabras: “Lo que hago es muy sencillo, es sólo que mis elecciones son muy diferentes de las de otras personas”.

El último Gran Duque se ha ido. Miles de gracias, por todo.

La fotografía ha sido tomada del sitio web del artista.

El color naranja

Los griegos rendían homenaje a Dioniso, el dios que los romanos llamarían Baco y que diera origen al nombre teofórico Dionisio, cuyo significado es “sirviente de Dioniso”. La desenfrenada deidad del vino, la fertilidad y la locura ritual habilitaba la comunicación con el inframundo; naranja era el color de su vestimenta y el de las túnicas de las sensuales sacerdotisas que lo acompañaban.

La fusión del amarillo y el rojo dan como resultado un tono que en Occidente se emplea por temporadas con el advenimiento del sol y el calor, en abierto contraste con la piel bronceada. En Oriente, menos afectos a interpretaciones superficiales, el naranja es el color de la transformación, aquel que resulta del maridaje entre la perfección del amarillo y el poder del rojo. Y el nombre no deviene del fruto jugoso sino del azafrán, la especia cuyo tinte carotenoide otorga a los platos esa tonalidad característica.

El naranja es el color del Buda y en consecuencia se asocia con la iluminación, ya que el Avatar vistió una túnica con este tinte para significar su renuncia a aquellos bienes materiales que le correspondían por linaje principesco. Color con el que se identificaba a los criminales antaño, a partir de la Luz de Buda fue tonalidad de monjes como insignia de apertura de conciencia.

Identificado con el chakra Svadhisthana que rige el mundo emocional, el naranja propende a equilibrar este aspecto que puede manifestarse tan creativo como desbordante, en el último caso hasta llegar a la autodestrucción. Un objeto o prenda, preferentemente obsequiado por algún afecto cercano, y una piedra como el topacio dorado o ámbar pueden ser buenos aliados para tener presente el significado del poderoso color naranja.

Masajes perfumados

A fuerza de sonidos más o menos estridentes el día irrumpe entre las sábanas para recordarnos que no hay más alternativa que levantarse y andar. Con más o menos tiempo, con un breve paréntesis conformado por la ducha matutina y el desayuno para acumular energía, la mayor parte de la semana se compone de horarios diurnos que deben respetarse; ante la evidencia, conviene plegarse y disfrutar de los pequeños grandes acontecimientos de nuestra vida.

Todas las mañanas, el placer de sumergirse bajo el agua obra como un ritual para purificar cuerpo y alma. No sólo sacude los últimos vestigios del sopor provocado por el sueño, sino que despeja, clarifica y hasta puede redundar en un efecto tonificante si la temperatura permite concluir con un chorro más o menos frío, según la sensibilidad del receptor.

Los jabones de avellana y granada de Natura están diseñados para impartir un vigoroso masaje al mismo tiempo que suavizan e hidratan la piel del cuerpo, debido a su formato peculiar que permite insistir en los puntos donde se ha acumulado tensión. Así conforman, conjuntamente con la ducha, una manera agradable y tonificante de enfrentar las obligaciones cotidianas.