Publicado el 08 diciembre 2011 por Pirfa
@paloma_pirfa
Una mujer, Soraya Sáez de Santamaría, celebraba la victoria de su partido desde el balcón del PP en la Calle Génova a los nueve días de haber dado a luz a su primer hijo. Su jefe, Rajoy, le pedía que no botara cuando los seguidores coreaban eso de "socialista el que no bote". Y es verdad que, a nueve días de un parto o una cesárea, ninguna mujer está para pegar saltos, aunque en ese balcón, aquella noche, sobrara la alegría. Pero aquella noche dio paso a un día en el que su jefe le hizo otra petición: que se pusiera en la primera línea. Y ella lo hizo. Comenzaron entonces la reuniones con los unos, los encuentros con los otros, las declaraciones a la prensa...
Otra mujer, yo, observaba sus movimientos desde mi casa a través de los medios de comunicación mientras cuidaba de mi hija, cuatro meses después de su nacimiento. Y, por un lado, comprendía que Saéz de Santamaría quisiera participar en la construcción de algo por lo que tanto había luchado y echarse a la espalda la responsabilidad que había adquirido con sus electores. Pero, por otro, no podía dejar de pensar en el bebé de nueve días que estaba lejos del calor de su madre. Y suponía que ella querría tanto a su pequeño como yo a la mía, pero está claro que había elegido otra forma de criarlo que poco, o nada, tiene que ver con la mía, ni con palabras como apego, lactancia materna, contacto y otras que yo me tomo tan en serio y que creo que forman parte de una maternidad responsable, sobre todo en los primeros momentos de vida de un bebé.
Y más allá de como cada una entienda la maternidad, que ella apueste por los profesional por encima de todas las cosas mientras yo me planteo dejar de trabajar un tiempo para que Cecilia no tenga que separarse tan pronto de su madre, creo que su decisión puede marcar la maternidad de muchas mujeres de este país. Porque, lo quiera o no, Sáez de Santamaría es un personaje público, como lo era la Ministra de Defensa que pasó lista a las tropas embarazada de un bebé al que parió para irse pocos días después de visita a Afganistán. Claro que lo hacen por una decisión personal en un momento determinado de sus vidas pero ¿Habrá empresarios que utilicen su ejemplo para presionar a sus empleadas a que se incorporen al trabajo lo antes posible después de tener un hijo?
Las bajas por maternidad en nuestro país están, en tiempo y en prestaciones, a la cola de Europa. Ojalá todas las mujeres pudieran disfrutarlas en su totalidad y las que nos representan no sólo dieran ejemplo sino que, también, lideraran las reivindicaciones para que una mujer pueda dedicarse en exclusiva a cuidar de su bebé el mayor tiempo posible. Pero, claro, para todo esto habría que revisar el valor que cuidar tiene en nuestra sociedad.