Revista Literatura

El valor de las palabras

Publicado el 16 mayo 2010 por Ludwig
El valor de las palabrasVarios años escribiendo artículos. Historias basadas en muchos casos en experiencias propias ó en historias que me han contado.
Muchas ellas hablaban del mundo de la empresa. Posiblemente debido al hecho de que pasamos un tercio de nuestra vida en ese lugar en el que aún se mantiene una dictadura y en el que, como por arte de magia, la gente no se comporta igual que en su casa ó con los amigos.
Durante estos años me consta que muchos de mis compañeros de trabajo me han ido leyendo con regularidad.
No deja de ser significativo que todos los comentarios que he ido recibiendo a raíz de mis escritos, en muy escasas ocasiones han sido hechos por personal de mi empresa.
Eso da que pensar. ¿Qué mundo es ese que impide que las personas puedan expresar lo que piensan?.
Durante años he pensado que mis artículos eran leídos como quien leía en la época franquista, un panfleto comunista.
Mi intención al escribir no era otra que intentar mejorar, humanizar un mundo en el que sigue imperando el miedo.
Protestaba, a mi manera, de ciertas actitudes, de ciertas acciones, quizás porqué no me gustaba lo que veía.
Tal vez fue ingenuo por mi parte pero estaba intentando cambiar aquello que no me gustaba.
No comprendía como ese tercio de nuestra vida podía ser tan diferente al resto de ella e intentaba igualarlo.
Es obvio que una espina de rosal poco puede hacer en la pata de un elefante y es así como lo veo ahora.
Si esa mayoría silenciosa de lectores se hubiera pronunciado, quizás la empresa habría visto que no se trataba de una vulgar espina y hubiera tenido que actuar.
Conste que he notado cambios en estos años.
Aunque dudo que tenga que ver con mis escritos.
Sabéis que he tocado muchos temas además de la empresa. La prostitución, mostrándoos al único proxeneta (Santiago) que es una muy buena persona. La inmigración, intentando reflejar el miedo con el que viven aquellos que han de venir a este país para poder seguir viviendo. Incluso he criticado a la policía de hoy en día, que se nutre de personas, que muchas de ellas no pasarían un par examenes psicológicos que demostraran que son normales.
También hemos leído la historia de una madre que viaja en un avión, llevando el cadáver de su hija, hemos conocido a Beatriz, hemos luchado contra el Tratado de Lisboa, contra la Olimpiada de Pekin, hemos visto como se hacía justicia contra un dictador africano...
Muchos temas. Muchas palabras. Por desgracia, las palabras cada vez tienen menor valor. En muchos artículos he criticado esa moda actual que consiste en actuar de una manera y luego decir lo contrario frente a las cámaras. O ese maravilloso arte que tienen los políticos para engatusarnos con cualquier cosa.
Tal vez por ese nulo valor que cada vez mas encuentro en las palabras, es por lo que voy a dejar de escribir en este blog.
Conste que a mi me ha servido para ir hacia adelante y para poder decir que, por lo menos, lo he intentado.

Siempre he intentado ser consecuente con mis palabras, con mis pensamientos.
Quiero aprovechar para pedir disculpas a la persona que se sintió atacada por mi anterior artículo. Conste que la historia, insisto, nada tenía que ver contigo e incluso fue escrita cuando ni siquiera te conocía. Pero aquí tienes mis disculpas, de corazón.
Acabo. Muchos pensaréis que el hecho de abandonar mis escritos tiene un cierto componente de coacción.
Quizás alguien me dijo - perdón insinuó con buenas maneras - que mi trabajo dependía de la continuidad de este blog.
Hubo una entrevista, es cierto, con mi jefe en su despacho.
La entrevista fue humana, cálida, distendida, entrañable. En ningún momento me dijo que abandonara mis escritos.
Al salir del despacho pensé: en treinta años que llevo en esta casa, es la primera vez que tengo un verdadero JEFE.
Algo está cambiando en el mundo de la empresa.
Pero aún queda mucho por hacer.
Os entrego el testigo. Ahora os toca a vosotros.

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