Nos cuesta admitirlo pero en el fondo (muy muy hondo, en lo más profundo), ya no nos gustan los chicos malos. Preferimos al chico que vive en el 5ºA; ese que saca a pasear al perro, tartamudea al saludarte en el rellano y que estrena siempre en Navidad un jersey comprado por mamá. En el fondo, muy muy hondo, en lo más profundo, queremos a ese chico que si lo lleváramos a una fiesta y se atreviera a bailar, lo haría como Hugh Grant.