Revista Literatura
Y de repente llegó, como una fuerza imparable; con un atractivo animal, con la mirada insidiosa y la sonrisa perfecta.
Revolviendo, desmantelando y creando un caos perfectamente equilibrado a su paso.
Y nadie se podía imaginar lo que sucedería después.
Ni siquiera él, que presume de saber las cosas antes de que sucedan, de controlar cada situación y modelarla a su antojo, esto se le escapa, pero no lo asumirá.
Demasiado vanidoso para mostrarlo, falsa modestia que se desmorona a su paso, nadie se lo cree, ni siquiera él.
Ese vendaval que todo lo arrastra, destruye y marca para que ya nada vuelva a ser lo mismo. El que no contempla arrodillarse para después levantarse con más poder.
Orgullo despiadado, mente subversiva, más le vale creer.
Y pienso dejarme arrollar, consentiré que me arrastres y me destroces, observando cada movimiento de mi propia destrucción con enfermizo interés.
Algunas veces hay que saber perder para poder ganar...