El viaje en transporte público

Publicado el 26 mayo 2010 por Amospalondon

Transporte público. Sí, esa maravillosa herramienta que nos proporcionan nuestras ciudades y pueblos para no hacer uso del vehículo particular. Hace cosa de tres semanas, por un reciente cambio de trabajo, he vuelto a saber lo que es el transporte público (que no púbico ¡en qué coño estáis pensando!).
Ya no recordaba lo que era, la verdad. Tenía muy mal recuerdo, eso sí. Y puedo decir que casi después de 5 años de no usarlo, parece que haya ido a peor en lugar de a mejor. Y eso que no he cogido todavía el maravilloso “cercanías de renfe” (y espero no cogerlo).
Esas peleas a las 6:30 de la mañana con las señoras mayores (que digo yo, ¿a dónde coño irán a estas horas?), dando codazos para ponerse delante de la puerta cuando llega el tren. Y ese refunfuñar cuando tú coges sitio antes que ellas y se quedan de pie. ¡Que NO señora, que NO! ¡Que por mucho que refunfuñe no le voy a ceder mi lugar, y sí soy un maleducado! Yo he pagado mi billete y paso de estar embutido durante una hora y cuarto de pie, con mi carpeta en una mano y el tupper en la otra, con señoras dándote golpes en la entrepierna con los bolsos y comiéndote las rastas y los efluvios de un perrofláutico a menos de un centímetro de la cara. Un maldito insolidario es lo que soy, pero prefiero sentarme yo. Que yo también me hago mayor y mis rodillas cada día aguantan peor mi peso.
Ahora, por suerte o desgracia me toca coger el autobús. En esencia es una cosa parecida, aunque a mi entender no tan malo como la renfe. Y tengo la bendita suerte que subo casi en el principio de una línea, para ir a casi el final de la línea. Los más avispados ya habrán visto los pros y contras: siempre puedo sentarme, pero me trago 45 minutos como mínimo en el bus.
Es un mundo el bus. Ya para empezar la parada. ¡Ay mi madre! Lo de guardar una cola no se ha hecho para los españoles, está claro. Llega cualquiera y sin disimulo alguno se pone delante de ti. Y a mí que quieres q te diga, me repatea. Así que me vuelvo a poner delante. Pos no tendrán güevos. Pa chulo mi pirulo, pero ya es mal rollo por la mañana. Y después, esa gente rastrera y ruin que llegan los últimos y se esconden en el otro lado de la parada, detrás del panel publicitario. Y cuando tú estás guardando una cola más o menos, cuando llega el bus te salen los roedores de detrás del panel y ¡se cuelan como si nada! Me cago en ros...
Luego cuando entras, si tienes la suerte de sentarte, el viaje puede ser más o menos correcto. Sólo te puede molestar: un niño sentado delante dándote pataditas, una señora que no tiene el sentido del espacio propio y te pone el bolso encima, la típica señorita con tacones que le da por cambiar de pose cada 12 segundos y te clava la punta de sus maravillosos zapatos en la espinilla, el chaval que lleva la música tan alta que la oyes incluso llevando tú tu propia música… casi nada. La de hoy ha sido nueva, no la había vivido antes: cincuentona con ¡3528 litros de colonia! Ostias, he llegado a la oficina mareado mareado. Y claro, como estás sentado, no vas a perder tu sitio por eso, hay que ser un machote y aguantar. Y ahora se junta con que empieza a hacer calor y la gente no es capaz de abrir la ventanilla, no sea que entren moscas…
Pero bueno, es mucho menos que si te toca ir de pie, está claro. Ahí se repite la situación del tren, donde tus partes nobles pueden sufrir la misma tortura y el sentido del olfato debería poder deshabilitarse manualmente. Eso es una petición hago formalmente a quien quiera cogerla: ¡necesitamos botones para habilitar y deshabilitar nuestros sentidos! ¿Cómo no pensaron en ellos los de la creación? Si es que seguro que el creador era consultor y siempre olvidan cosas en el análisis.
Si os toca disfrutar del transporte público, mucho ánimo, que ¡la vida son cuatro días! Àlex, ¿cuál era el porcentaje de tiempo q gastamos en llegar al curro? :P
La vida son cuatro dias punto com