El viaje, Ruth Moguilner, martes 14 a 16 hs

El calor abrasaba las calles. La mosca, posada sobre el tibio excremento de un perro, lo miró alejarse. Inmediatamente, se sintió atraída por un envoltorio de comida, que la madre de un turista,  había preparado amorosamente para el largo viaje.El Orient Trans Siberian Pekin Express bufó cerca de la costa. Impecables en sus uniformes, todo el personal, en posición de firmes, se alineaba a lo largo de la estación.Besos, despedidas, lágrimas, manos enguantadas que se agitan.Pañuelos ondulantes, gritos, recomendaciones, saludos.La mosca sigue el aroma de la cocina. Ya los chefs organizados, trabajan para la cena de bienvenida, ella pasea sobre las fuentes de caviar. El ferrocarril lleva en esta ocasión una testa coronada. En los mullidos vagones especiales, se acomoda toda la familia; estos salones sólo transportan sangre azul.Ubicada sobre una caja de bombones, la mosca, antecede a las bocas golosas. Los rostros brillan de transpiración por el calor del vagón, ella pasa de uno a otro, esquivando las manos molestas que la espantan. Pero ya estamos en camino. A la noche los cristales se enfrían y se empañan. Se siente sola y atemorizada, escapa de los diarios enrollados que quieren aplastarla. A través de las ventanillas los paisajes se precipitan y desaparecen; de día y de noche, de noche y de día.Estepas, estaciones con aroma de café, gendarmes controladores de pasaportes.Aprovecha el cansancio de las siestas para recorrer cuerpos inertes.Las máquinas atontan con su ruido.Sol, frío, niebla, lluvia. Fin del viaje; otra tierra, otros olores, otros alimentos. En el espejo del baño se mira con orgullo; atravesó con sus alas miles de kilómetros sin sentir cansancio.En medio del revuelo de maletas, aventurera, atlética, sale, satisfecha, hacia un nuevo mundo.