Siempre me han gustado los pianos y he admirado a los pianistas. Me hubiese encantado saber tocar tan bello y elegante instrumento. Mucho me temo que mis manos pequeñas, de dedos cortos y anchos no me lo hubiesen puesto nada fácil.
Recuerdo que en casa de la tía-bisabuela que me hizo las veces de abuela tenían un piano. Su nuera sabía extraer las melodías que en él se escondían. Jamás la vi tocarlo. Sin embargo, cuando la joven se iba a trabajar, me aventuraba a sentarme sobre la solitaria butaca, descubría las teclas y las acariciaba, muy suavito, para que no me escuchase nadie.
Algunas veces mi anciana tía me dejaba hacerlas sonar y, entonces, sentía que la magia lo envolvía todo a mi alrededor. Podía notar cómo aquel viejo piano se alegraba de que mis regordetes dedos lo escudriñaran, temerosos.
Empiezo unos días de "corre-corre" y prisas y me apetecía escuchar la voz dulce de un piano como éste.
Espero que te guste, que te lleve a imaginar y a evocar tiernos recuerdos.
Confío en que te relaje y, por unos minutos, te llevé allí donde dormitan tus sueños.