El viejo y el mar, reseña

Publicado el 01 julio 2020 por Javier Torres Aguilar
Esta reseña de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway se aparta propiamente de lo que es una reseña; va más allá. Si bien aporta el análisis esencial del libro, se sumerge en algunos —muy pocos—recursos literarios utilizados por el escritor.

El viejo y el mar, reseña

    Se ha catalogado a El viejo y el mar como una novela corta, basándose en la extensión del texto narrativo. Ubican así el relato porque el parámetro de extensión —un poco arbitrario, para mi gusto— de una novela corta oscila entre las 17 mil y las 40 mil. 

    Considerando lo anterior, podríamos dar por asentado que, entonces, El viejo y el mar es una novela corta.
    Pero, si consideramos que una novela —a diferencia del cuento— tiene varias subhistorias, entonces, el texto en cuestión que nos ocupa, no es una novela, sino un gran cuento largo. !Pero qué excelente cuento¡
   El viejo y el mar, solo cuenta la historia del viejo Santiago que se sumerge en la lejanía del mar en un bote de pesca con el propósito de atrapar peces grandes. En esa misma historia conocemos la amistad entre el niño Manolín y el viejo pescador de ojos azules. Sólo hay un flash back en el relato que alude a los tiempos en que Santiago, fortachón en aquellos tiempos, vencía a cualquiera en competencias de fuerzas. Fuera de eso no hay subhistorias. 
    En cambio, por ejemplo, en la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, las historias son muchísimas. 
   Y no con eso quiero decir que alguna obra sea mejor que la otra. Simplemente digo que El viejo y el mar es un excelente cuento -largo sí, pero cuento al final de cuentas-.
   Y por qué lo digo. Un cuento debe usar las palabras precisas, sin divagaciones en las acciones del relato. Y en esta obra, Hemingway es un maestro en el uso de los vocablos acertados. 
   Por otro lado, el final de cualquier cuento debe ser memorable. Y la forma cómo concluye El viejo y el mar es redondo. Después de un gran esfuerzo en el océano, regresa el viejo santiago con solo el esqueleto de un enorme pez, el cual causa admiración entre los pescadores y turistas.

El viejo y el mar, análisis

Narrado en tercera persona, en el relato de El viejo y el mar, el anciano Santiago conversa con ese otro yo que todos llevamos dentro. Es el que lo centra, cuando se desequilibra. Este recurso resalta esa voz interior del hombre universal y que Hemingway pone de manifiesto en el relato.


El viejo y el mar, recursos literarios

El relato arranca flojo, pero de manera paulatina se va tensando, sobre todo a medida que vemos solo al viejo, platicando solo, en el océano solitario. 

    El escritor nos hace ver a un hombre debilitado luchando con un enorme pez que ha enganchado. Y de ahí el conflicto se eleva hasta el punto más alto. Y declina cuando los tiburones han acabado con su trofeo, del cual solo llega el esqueleto a la playa.

   El final de El viejo y el mar es memorable:


EsatardehabíaunapartidadeturistasenLaTerraza,ymirandohacia abajo,alagua,entrelaslatasdecervezavacíasylaspicúasmuertas,unamujer vioungranespinazoblancoconunainmensacolaquesealzabaybalanceaba conlamareamientraselvientodelEstelevantabaunfuerteycontinuooleaje alaentradadelpuerto.
 —¿Quéeseso?—preguntólamujeralcamarero,yseñalóallargo espinazodelgranpez,queahoranoeramásquebasuraesperandoaquesela llevaralamarea. —Tiburón—dijoelcamarero—.Untiburón. 
Queríaexplicarleloquehabíasucedido.  
—Nosabíaquelostiburonestuvierancolastanhermosas,tanbellamente formadas.  
—Niyotampoco—dijoelhombrequelaacompañaba. 
Alláarriba,juntoalcamino,ensucabaña,elviejodormíanuevamente. Todavíadormíadebrucesyelmuchachoestabasentadoasulado contemplándolo.Elviejosoñabaconlosleonesmarinos.

Un literario pescado a Hemingway en el relato El viejo y el mar


Ernest Hemingway es un maestro en el uso de las palabras acertadas. En el fragmento anterior, se nota que con solo dos palabras precisas, hace un manejo magistral de los espacios donde suceden las acciones.Nos sitúa primero en los turistas que platican con el camarero y el asombro por el esqueleto del gran pez y después nos traslada hasta donde está el viejo cansadísimo.
    Para que no sea brusco el paso de un espacio a otro, solo ha escrito dos palabras: "allá arriba".

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