Erase una vez un hombre guapo, con un puntito canalla en su mirada. Tocado con un sombrero como seña de identidad, además, era un gran fumador.
Poseía una sonrisa cautivadora .
Su piel, demasiado colorada a veces, delataba su otra pasión: el vino.
Y es, que cuando tomaba dos copas de más, se le ponían sonrosadas las mejillas y sus pequeños ojillos chispeantes parecía que se le iban a salir de las órbitas.
Aunque ya peinaba canas, tenía un espíritu tan jovial, que se le podía confundir casi con un adolescente o un jovencito de veinte años.
Si se encontraba con una mujer, posaba su mirada en ella con una reverencia encantadora, de tal manera que la hacía sentirse única y deseada.
Su frente surcada por las arrugas propias de su edad, se fruncía en pliegues armoniosos y se acentuaba un hoyuelo que tenía en la mejilla derecha, mientras te hablaba con zalameras lisonjas.
Sus andares lentos y ceremoniosos, le daban una prestancia, digna de un patricio romano.
Reía a grandes carcajadas, queriendo beberse la vida a sorbos, como si no hubiera ni pasado, ni futuro, tan solo ese presente inmediato que podía tocar con sus manos.
Nunca fue capaz de mantener un compromiso, de ser fiel a la palabra dada. Ni permitió que le cortasen sus alas, aunque tenía mujer e hijos. Esa era su manera de ser y vivir.
De sobra sabía él muy bien como era... Vivía prisionero de su propia esencia, aunque alardeaba una y otra vez de ser un espíritu libre.
Era consciente de que no era perfecto, pero siempre encontraba la disculpa certera para seguir con sus imperfecciones sin tener ningún interés por cambiar su conducta.
Vivía la vida con enorme intensidad. Siempre arropado por sus amigos iguales a él.
Juntos se reían de los convencionalismos de la sociedad y se consideraban unos locos revolucionarios. Incluso eran capaces de ridiculizar a los que osaban darles consejos cargados de moralina a raudales.
El paso del tiempo no le había llegado a curtir el alma, pues siempre se negó a madurar intentando meter la cabeza bajo el ala.
Soñador de utopías, libertino hasta los tuétanos, embaucador, truhan, ladrón de corazones rotos, saltimbanqui de feria en feria...
En el mejor sentido de la palabra, un vividor...