Revista Diario

#EldíadelaPoesía a Ángel González

Publicado el 22 marzo 2012 por Joanaabrines

#EldíadelaPoesía a Ángel González #EldíadelaPoesía a Ángel González, mi maestro.

Levantarme una mañana de invierno y recoger las flores caídas al suelo en otoño, alimentar la sed de verano y decidir autocomplacerme como si fuera primavera. No dejar pasar más tiempo. Demasiadas estaciones con una ausencia que ahora me acompaña cada 12 de enero.
Me puse unos tejanos destartalados, una camiseta de manga larga sin sujetador, un abrigo hasta los pies y una botas con dedos descubiertos para ir a tu encuentro. Salí de casa con un pañuelo fucsia para dibujar color en mi rostro negro y firmar con un gorro de recuerdos. Bajé las escaleras, casi corriendo, destino al barrio de la luz y de la sal. Fui a la Barceloneta en busca de arena caliente y tu horizonte llamado Valparaíso. Quise sentirme lejos, cerca de ti, y dibujar una sonrisa en los labios porque el llanto me mantenía viva aunque huérfana.
De camino a la playa, sumergida en el devenir diario de un autobús urbano, recordé mi época estudiantil en Madrid. Allí, conocí tu poesía, también la de García Montero, la de Leopoldo de Luis, la de Francisco Brines, la de Benjamín Prado, la de Juan Sotez, la de Alberto López y la mía propia. Recuerdo aquella tarde que no quise perderme tus versos en el Retiro. Hablamos sin mediar palabra y te pedí tu dirección postal, me la anotaste por compasión y desconcierto. Aquella noche cené tus versos y conversé con “Otoños y otras luces”. Tu voz recitaba “Cómo seré yo cuando no sea yo” y mi pluma era incapaz de escribirte siquiera el encabezamiento. Dudé entre “Querido Ángel González”, “Estimado poeta”, o simplemente “Maestro de los Poetas”. Durante el verano releí “Cartas a un joven poeta” de R. M. Rilke buscando ideas para escribirte una bella epístola pero tampoco encontré las palabras exactas. Sentí miedo. Tú habrías recibido tantas cartas que la mía sería únicamente eso, una más. Calificativo despreciable donde los haya y abandoné la idea. Entonces te escribí: “Onanismo de 19 insectos”
Cuando oímos acercarse a las cucarachas de Kafka, a los ortópteros de Ángel González o a las hormigas de verano; enterramos a estos animalitos en nuestra metamorfosis antes de la muerte. Cuando cualquier ruido nos descoloca y nuestra espalda se despega de la camisa, o se pega demasiado; nos invade el recuerdo que creábamos en el aire con los dedos y movemos el recuerdo en círculos convexos. Estar o salir de casa –solos, subir o bajar de la Alhambra –con alguien. Penetrar nuestro cuerpo, masturbando los ronquidos del bello durmiente de la habitación de al lado y dejar caer así nuestro deseo, convirtiéndonos en coleópteros de la noche.
Al terminarlo lo guardé en mi memoria; hoy lo he publicado en mi primer poemario autoeditado. Entonces, abandoné la idea de expresarte mis sentimientos en voz alta y los silencié en nocturnidades. Reflexioné demasiado sobre el tema, me contuve y me vacíe, fui un blanco sobre blanco que no aspiraba a nada. Desvirtué la esencia de las correspondencias y claudiqué. Sin moverme esperé al Godot que nunca llega. Y entonces apareció la mala noticia:
Un fallo respiratorio ha sido el despiste que ha obligado a Ángel González a abandonar la vida, bebiéndosela durante 82 otoños”.
Cuando llegué al barrio de los hombres de mar ya había recorrido toda nuestra historia y con lágrimas en los ojos y una sutil sonrisa en los labios recogí mis pertenencias y bajé del autobús. Busqué un rincón en la playa, me arrodillé en la arena y en el cuaderno de notas anoté la fecha y mis impresiones.
Barceloneta, a 12 de enero de 2008
¡Alguien ha muerto! La arena está salpicada por pasiones abrigadas que viven y recuerdan en presente, mientras yo lo hago en pasado. Éste es el mejor momento para despojarme de los secretos y compartirlos contigo, maestro. Hace cuatro años que te vi por primera y última vez. Inocentemente te pregunté cuándo nos desvelarías nuevos versos y respondiste con una mezcla de ironía y miel: “ya estoy viejo”. Con tu comentario te hiciste cuatro años más viejo de lo que eras. Sonreíste. Yo lloré porque defendía la monogamia poética. He necesitado tu ausencia para engañarte con otros poetas y atreverme a publicar mis versos sin la aprobación de un jurado de excepción.
¡Feliz “Cumpleaños de amor”!
Firmado, Joana Abrines. 



Cuento publicado en el Comecuentos.
Nada grave, una lectura comentada del poemario póstumo de mi maestro.

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