Acabamos con la V de victoria, que es lo que todos persiguen y todos alcanzan. Hoy nadie pierde porque nadie puede perder. Pero la V también es de visitante. Me acuerdo de la serie aquella en la que unos lagartos comían roedores como aceitunas. Los reptiles y sus semejantes siempre se alimentan de roedores. Se ponen máscaras humanas, pero son reptiles. Van disfrazados de humanos, bellos y sonrientes, pero luego comen roedores como si fuesen pipas. A la hora de la verdad, el roedor acaba en la tripa del lagarto prometedor. Nadie pierde. Los lagartos han diseñado un mundo a su medida. Ha llegado la hora de la victoria, claro. La rebelión contra los reptiles, contra los dinosaurios. Pero no es nada fácil. Saben camuflarse tras la piel del humano. Y para ser lagartos extraterrestres, la verdad sea dicha, no tienen nada que envidiar a los homo sapiens. Por eso nos seducen, con sus tretas y engaños. Pobres roedores... Sabemos lo que nos espera y acudimos cada cuatro años a la cita. Es el ritual de siempre, ver cómo se arrancan la piel humana para mostrar su rostro de reptil irracional. Han vuelto a ganar y volverán a ganar. Ni el sabio de Hortaleza lo tenía tan claro.