Elecciones Subnacionales: El emperador y la hiel de la derrota

Publicado el 30 marzo 2015 por Perropuka

Alcaldía de Cochabamba: resultados no oficiales


De nada sirvió las incontables horas avión que Su Excelencia hizo a lo largo y ancho de todo el país, interrumpiendo sus jornadas futbolísticas y otros valiosos quehaceres de jefe de estado, con la finalidad de dar un espaldarazo a sus candidatos que terciaban por apoderarse de las alcaldías y gobernaciones. Ganar en todos los municipios era la consigna, según confesó en repetidas ocasiones S. E., que soñaba con ver cubierto todo su imperio de etiqueta azul (por los colores del partido MAS, digo): aquí va a haber un tsunami azul, predijo eufórico en una masiva concentración de cierre de campaña en la ciudad de El Alto, al son de las banderolas agitadas y globos azules que ascendían hasta el infinito. La confianza era tal que la victoria parecía cantada, especialmente en algunas plazas fuertes.
Kilométricos paseos y saludos a cada paso de S. E., gigantografías de los candidatos junto al amado líder, spots que anunciaban “más obras junto a Evo” y otros detalles de campaña buscaban afanosamente el efecto trampolín, habida cuenta que hace menos de seis meses Evo había derrotado claramente a la oposición. La presencia del caudillo actuaría a modo de fetiche para iluminar el camino de los pálidos candidatos oficialistas. No fue así, los consiguientes cierres de campaña donde estuvo S.E. opacaron aún más a sus postulantes, que parecían zombis a su lado. Campaña millonaria con recursos y bienes del Estado, incluyendo los graciosos subtítulos de “espacio solicitado” de uso exclusivo para el oficialismo en la televisión estatal; conciertos multitudinarios y otras jaranas folclóricas en las ciudades capitales; más el anuncio de gigantescos proyectosy otras fabulosas promesas -como el tren metropolitano para Cochabamba-, buscaban encandilar una vez más a la ciudadanía.
Aún más, Evo el Austero se dio el lujo de amenazar de que en aquellos lugares donde ganase la oposición no habría más obras. O votan por mi gente o se acabó mi grandiosa generosidad, dejó entender entre líneas ante una muchedumbre adicta. Por si fuera poco, en palacio urdieron un siniestro plan destinado a acabar con el único sitio donde Evo jamás ha ganado una elección, el departamento amazónico de Beni, quizá el último bastión del orgullo boliviano en palabras de un escritor. Quisieron los jerarcas del masismo acabar con la resistencia numantina de los benianos a las presiones y obsequios oficialistas. La oportunidad idónea se les presentó esta vez en un artificio legal del nuevo régimen electoral, anulando de un plumazo a más de doscientas candidaturas de un partido opositor que partía como gran favorito, especialmente en la capital Trinidady gobernación departamental. Como era de preverse, los serviles jueces del Tribunal Supremo Electoral (TSE) efectuaron el fallo a días de la jornada electoral, tan alevosamente que la agrupación afectada no pudiese reorganizarse o establecer alianzas con tiempo suficiente. 
Es así que, por ejemplo, en el pueblo de Baures, los ciudadanos fueron llamados a “elegir” sí o sí al candidato masista porque el otro rival únicamente contaba para la anécdota estadística, tal como aseguró la pandilla de ‘notables’ del TSE. Qué bien estaba cocinado todo que no hubo tiempo ni para volver a imprimir papeletas, y de seguro mucha gente votó al agua confundida por el atraco electorero. País mágico este y de las delicias para observadores internacionales que alaban mecánicamente la “madurez democrática de los bolivianos”. En tan viles condiciones, el pueblo beniano fue obligado a sufragar en medio de la chacota e improvisación. Llegada la noche y los primeros resultados dieron un revolcón a las expectativas oficialistas: perdieron la alcaldía de la capital y ganaron pírricamente la gobernación, de tal manera que habrá segunda vuelta en unas semanas y ahí la cosa no pinta nada halagüeña considerando la indignación de la población.Raquítica victoria que se tornará en humillante derrota, si es que el TSE no hace otra vez de las suyas.
En el resto del país, el oficialismo pagó caro su prepotencia: de las 10 ciudades más importantes (9 capitales más El Alto) sólo ganó en Sucre y Potosí, ciudades poco pobladas. Mantuvo algunas gobernaciones y perdió en bastiones opositores como Santa Cruz y Tarija. No pudo retener la alcaldía de Cochabamba, que era la más importante que administraba de las capitales. Pero para sorpresa general se dio de bruces en su propia plaza fuerte, el departamento de La Paz, donde no pudo arrebatar la alcaldía paceña –a pesar de los millonarios teleféricos recién estrenados- y, peor aún, sufrió una catastrófica derrota por la gobernación, a manos de un ex militante. Lo de la ciudad de El Alto, fue el puntillazo a la derrota: la ciudad aymara por excelencia, muy simbólica y núcleo duro del evismo se volcó por una candidatura que supuestamente venía de la derecha. La segunda urbe más poblada del país tendrá una mujer joven como alcaldesa y eso es mucho decir. “Soledad, la privatizadora”, se había burlado días antes un periodista vasco al servicio del gobierno, cayendo bajo, pero muy Bajo. 
Decían los analistas y otros especialistas que no había que confundir las cosas. Que sus candidatos hayan salido vapuleados no significaba necesariamente una merma de la popularidad del caudillo o un mensaje político hacia su evanescente figura. Puede que sí. Pero por las condiciones desventajosas de la contienda, por los ingentes recursos y desvergonzado apoyo del aparato estatal a las candidaturas oficiales, la permanente guerra sucia desde medios afines, los obstáculos y arbitrariedades del TSE y, fundamentalmente, por el compromiso incansable y decidido de S. E. a la causa; al final el asunto se convirtió en una pulseta, una suerte de plebiscito. Habrá quedado muy afectado el ego del hombre-estado, con toda probabilidad. Por lo menos, al día siguiente apenas abrió la boca y se lo vio inaugurando una nueva escuelita para acrecentar su leyenda. Quisieron restarle importancia a los sucesos. Que si no la fiesta hubiera sido mayúscula.

La "fiesta democrática" vivida en Cochabamba, con comida al paso, desde luego