Por Indio Naborí
Vengo de allá de la ciénaga,del redimido pantano.Traigo un manojo de anécdotasprofundas, que se me entraronpor el tronco de la sangrehasta la raíz del llanto.Oídme la historia tristede los zapaticos blancos...Nemesia -flor carbonera-creció con los pies descalzos.¡Hasta rompía las piedrascon las piedras de sus callos!Pero siempre tuvo el sueñode unos zapaticos blancos.Ya los creía imposibles.¡Los veía tan lejanos!Como aquel lucero azulque en el crepúsculo vagoabría su flor celestesobre el dolor del pantano.Un día, llegó a la ciénagaalgo nuevo, inesperado,algo que llevó la luza los viejos bosques náufragos.Era la Revolución,era el sol de Fidel Castro,era el camino triunfantesobre el infierno de fango.Eran las cooperativasdel carbón y del pescado.Un asombro de monedasen las carboneras manos,en las manos pescadoras,en todas, todas las manos.Alba de letras y númerosSobre el carbón despuntando.Una mañana... ¡Qué gloria!Nemesia salió cantando.Llevaba en sus pies el triunfode sus zapaticos blancos.Era la blanca derrotade un pretérito descalzo.¡Qué linda estaba el domingoNemesia con sus zapatos!Pero el lunes... ¡despertóbajo cien truenos de espanto!Sobre su casa guajiravolaban furiosos pájaros.Eran los aviones yanquis,eran buitres mercenarios.Nemesia vio caer muertaa su madre. Viosangrando a sus hermanitos.Vio un huracán de disparosagujereando los liriosde sus zapaticos blancos.Gritaba trágicamente:¡Malditos los mercenarios!¡Ay, mis hermanos! ¡Ay, madre!¡Ay, mis zapaticos blancos!Acaso el monstruo se dijo:Si las madres están dandohijos libres y valientes,que mueran bajo el espantode mis bombas. ¡Quién ha vistocarboneros con zapatos!Pero Nemesia no llora.Sabe que los milicianosrompieron a los traidoresque a su madre asesinaron.Sabe que nada en el mundo—ni yanquis ni mercenarios—apagarán en la patriaeste sol que está brillando,para que todas las niñas¡tengan zapaticos blancos!