B está enferma. Mi mamá dice que tiene un espíritu fuerte. Yo no puedo dejar de admirar su ánimo. Es tan diferente a mí: tan vital... Tiene una infección en la garganta, así que no es algo grave, pero me preocupa porque la hace vomitar y eso es una patada en el trasero para nuestra estrategia de engorda. Además, las calenturas en los bebés me dan miedo; es el efecto que me dejó la impresión de la película sobre la vida de Hellen Keller, y el tramafac que le dio a mi hermana -la que sigue de mí-, cuando mi mamá intentó bajarle una fiebre, bañándola con agua fría.
El caso es que le he puesto a mi niña, ropa cómoda y bonita, de colores vivos, para hacer "vibra de recuperación". Ahora duerme, y según mi mano, la temperatura está controlada. Yo estoy cansada -muy cansada-, pero aprovecho para ver qué hay en el mundo, y Twitter me dice que en Orlando, un homófobo atacó a decenas de personas.
Creo notar que han aumentado los crímenes de odio en estos días (respecto al ritmo del último par de años). No me detengo a leer esas notas: veo los encabezados de los artículos y paso de largo; pero pienso en lo que hago con B para que no sea parte de esa locura de mundo. Estoy convencida de que ser parte de lo bueno o ser parte de lo malo, irradia; yo no irradio odio, y ella tampoco lo va a hacer.
Hoy por la mañana pensaba en la tontería de una frase que a veces he soltado, y le he oído a otras personas, sobre todo a mamás: "prefiero que le dé esto a que le dé aquello". Yo estaba pensando que mejor la noche de vómito y dolor, a la noche de fiebre, porque al fin el vómito y el dolor no la ponen en peligro, al menos no en peligro "inminente". Antes de acabar de pensarlo: digamos que pensando encima del pensamiento, me decía a mí misma, que qué tontería: "mejor algo menos peor". Lo que una quiere es salud completa, y en eso debe enfocarse el alma. Pero viendo a mi niñita dormida, ajena a la maldad de allá afuera, pienso: "mejor que esté enferma de la garganta, y no de lo que tiene esa gente".
Silvia Parque