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Elfos científicos

Publicado el 16 octubre 2009 por Alf
Cubierta de Eldest

Hoy no voy a comentar un caso de mala ciencia, sino uno curioso de buena ciencia, y además, en un género donde uno podría pensar que no puede aparecer: la fantasía heróica. Muchos habréis oído hablar de Eragon, bien por la novela, bien por la película. En realidad, el libro es el primero de una saga llamada «El Legado».

La acción transcurre en un mundo con elfos, enanos, dragones y magia. Y el planteamiento de la magia en la saga es curioso, ya que el uso de hechizos consume energía, y en varias ocasiones se menciona que el gasto de energía es el mismo que si se realizara la misma acción sin magia. Normalmente, la energía consumida proviene del propio invocador del hechizo, y muchas situaciones giran en torno a esta idea (un hechizo demasiado potente, mataría al invocador). Más adelante (en el segundo libro, llamado «Eldest») se revela que se puede usar energía de otros seres, o almacenarla poco a poco en objetos mágicos, a modo de baterías, para su posterior uso, y poder usar hechizos de mucho consumo energético. Es decir, la magia no puede violar el Primer Principio de la Termodinámica.

Pero lo más curioso e inesperado (para mí), es un diálogo que aparece en Eldest. Para poneros en antecedentes, el protagonista, Eragon, ha viajado a la tierra de los elfos para recibir el adecuado adiestramiento de Jinete (de dragón) por parte de un viejo Jinete elfo, Oromis, oculto del malvado rey (si el primer libro se parece demasiado a La Guerra de las Galaxias, el segundo me recuerda mucho a El Imperio Contraataca). Os reproduzco el fragmento:

Nueve días más tarde, Eragon se presentó de nuevo ante Oromis y dijo:

-Maestro, anoche se me ocurrió que ni tú ni los cientos de pergaminos élficos que he leído mencionáis vuestra religión. ¿En qué creéis los elfos?

La primera respuesta de Oromis fue un largo suspiro. Luego dijo:

-Creemos que el mundo se comporta según ciertas leyes inviolables y que, mediante un esfuerzo persistente, podemos descubrir esas leyes y usarlas para predecir sucesos cuando se repiten las circunstancias.

Eragon pestañeó. Con eso no le había dicho lo que quería saber.

-Pero ¿qué adoráis? ¿O a quién?

-Nada.

-¿Adoráis el concepto de la nada?

-No, Eragon. No adoramos nada.

La noción le era tan ajena que Eragon necesitó un rato para entender lo que quería decir Oromis. Los aldeanos de Carvahall no tenían una sola doctrina que lo dominara todo, pero sí compartían una serie de supersticiones y rituales, la mayoría de los cuales se referían a la protección contra la mala suerte. Durante su formación, Eragon se había ido dando cuenta de que la mayor parte de los fenómenos que los aldeanos atribuían a fuentes sobrenaturales eran de hecho procesos naturales, como cuando aprendió en sus meditaciones que las larvas se incubaban en los huevos de las moscas, en vez de surgir espontáneamente del polvo, como había creído hasta entonces. Tampoco le parecía que tuviera sentido ofrecer comida a los espíritus para que no se agriara la leche, al saber que ésta se agriaba precisamente por la proliferación de minúsculos organismos en el líquido. Aun así, Eragon seguía convencido de que fuerzas de otros mundos influían en éste de maneras misteriosas; una creencia que se había redoblado por su exposición a los enanos.

-Entonces, ¿de dónde creéis que viene el mundo, si no lo crearon los dioses?

-¿Qué dioses, Eragon?

-Vuestros dioses, los de los enanos, los nuestros... Alguien lo habrá creado.

Oromis enarcó una ceja.

-No estoy necesariamente de acuerdo contigo. Pero sea como fuere, no puedo demostrar que los dioses no existen. Tampoco puedo probar que el mundo y todo lo que existe no fuera creado por alguna o algunas entidades en un pasado lejano. Pero puedo decirte que en los milenios que llevamos los elfos estudiando la naturaleza, nunca hemos presenciado una situación en la que se rompieran las leyes que gobiernan el mundo. Es decir, nunca hemos visto un milagro. Muchos sucesos han desafiado nuestra capacidad para explicarlos, pero estamos convencidos de que fracasamos porque ignoramos lamentablemente el universo, y no porque una deidad haya alterado las obras de la naturaleza.

¡Vaya! En en un mundo poblado por criaturas fantásticas, y donde existe la magia, los elfos tienen una mentalidad científica. Y el personaje de Oromis creo que explica muy bien en qué consiste básicamente el pensamiento científico. Hay otro fragmento interesante, unas líneas más abajo:

-Los enanos creen...

-¡Exacto! Los enanos creen. Cuando se trata de ciertos asuntos, prefieren confiar en la fe que en la razón. Incluso se sabe que ignoran hechos probados que contradicen sus dogmas.

-¿Por ejemplo?-preguntó Eragon.

-Los sacerdotes enanos usan el coral como prueba de que la piedra está viva y puede crecer, lo cual corrobora también su historia de que Helzvog formó la raza de los enanos a partir del granito. Pero nosotros los elfos descubrimos que el coral es de hecho un exoesqueleto secretado por animales minúsculos que viven en su interior. Cualquier mago puede sentir a esos animales si abre su mente. Se lo explicamos a los enanos, pero ellos se negaron a creerlo y dijeron que la vida que nosotros sentíamos reside en todas las clases de piedras, aunque se supone que sólo sus sacerdotes son capaces de detectar esa vida en las piedras de tierra adentro.

(...)

-Sólo damos crédito a aquello cuya existencia podemos demostrar. Como no encontramos pruebas de que los dioses, los milagros y otras cosas sobrenaturales sean reales, no nos perocupamos de ellos. Si eso cambiara, si Helzvog se nos revelara, entonces aceptaríamos esa nueva información y revisaríamos nuestra posición.

La última frase me parece especialmente destacable. En muchas ocasiones he oído a gente tachar la ciencia de dogmática y cerrada. Incluso en este blog ha habido alguno que otro que ha dejado comentarios en ese sentido. Pero la ciencia es precisamente todo lo contrario. Como las cosas no se creen por fe, sino que se consideran ciertas porque así lo corrobora la evidencia empírica, en el momento en el que dicha evidencia contradiga la teoría, pues se descarta esa teoría y se intenta buscar una nueva. Y se debe hacer sin reparos ni remordimientos. La ciencia no trata de «ganar» a nadie. Simplemente intenta explicar el por qué de las cosas, o al menos, modelizarlas matemáticamente.


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