En nuestra sociedad tan condicional (si mi hijo se porta bien, le hablo bonito y si "se porta mal", pues no), muchas veces nos sentimos empujados precisamente a eso: a reaccionar de manera poco empática, digamos fuera de sintonía con lo que verdaderamente sentimos: yo amo a mi hijo de todas maneras, cuando "se porta mal", puedo recordar que por un lado muchas veces nuestros hijos son nuestro mejor espejo - y hacer un poco de introspección - o por otro lado, recordar que la mayoría del tiempo mi hijo tiene razón - y hacer un poco de retrospección para ver qué ha pasado para que el no vea más alternativa que comportarse de manera, digamos "no deseada".
Lo hemos hablado varias veces, nuestros hijos son espejos, cuando se comportan de manera que no nos agrada, como por ejemplo, estar muy sensibles, llorar aparentemente por "cualquier cosa", estar más demandantes, de brazos, de mimos, de pecho, de cosas materiales, muchas veces al mirarnos a nosotros mismos, nos damos cuenta de que estamos estresados, atormentados, desbordados, con ganas de escapar un rato y teletransportarnos a una playa solitaria para desconectar y relajarnos.
¿Y qué siente el niño cuando nosotros estamos así? Pues, como niño que es, con un corazón inmenso, inmenso, lo que siente - creo yo - son dos cosas: uno, mamá quiere huir, mejor la retengo pidiendo teta, brazos, mimos, enfermándome, para que sienta que estoy aquí con ella, o dos, mamá se siente mal, mejor la acompaño con mis besos, mis mimos, mi cercanía, y me siento mal con ella por solidaridad.
Los niños reflejan nuestra sombra, aquello que muchas veces no logramos, o no aceptamos, o no queremos, o simplemente no somos capaces de ver en el momento. Por eso creo de corazón que un hijo es la mejor escuela. Si vivimos la maternidad de manera consciente, podemos aprender tanto, traer un poco de luz a nuestra sombra, conectarnos y amar verdaderamente e incondicionalmente a alguien.
Por otra parte, podemos hacer retrospección, como les comentaba el otro día en este artículo, el niño tiene razón. ¿Y por qué tiene razón? Porque los niños son tan pero tan buena gente, que esperan, piden de buena manera, de forma sutil, y los adultos a veces tenemos días tan atareados que no oimos esos pedidos sutiles y amables, así que ¿qué otra alternativa le queda al niño? Pues o por aburrimiento, o por hacer su necesidad (nadie pide lo que no necesita) visible y audible ante nosotros, hace algo mucho más escandaloso. ¿Ejemplos? Gritar, rayar una pared, romper algo, etc.
Los críos necesitan nuestra atención, la han pedido amablemente, y si no hemos escuchado (o podido escuchar) su pedido en el momento, se han visto en la necesidad de hacer alguna "travesura" para entrar en nuestro radar, ¡y explotamos! Pero ¿para qué explotar? ¿Es lo sano? Yo creo que hay una manera mejor...
Sé que es difícil, pero creo que uno puede elegir, elegir respirar hondo y darse cuenta. Cuando nos damos cuenta, lo que queremos es inmediatamente abrazar al niño y pedirle perdón, por no haberle atendido, por haber estado demasiado ocupados, por haber estado emocionalmente ausentes...
Siempre lo comento: jugar con un hijo mientras uno mentalmente repasa la lista del supermercado es ausencia, no es compartir, el niño lo percibe como tal y reclama que estemos verdaderamente presentes y conectados con ellos... ¿tiene sentido reprochárselo? ¿no es más constructivo abrazarnos, dejar pasar la tormenta emocional serenamente, fluir y luego conversar las cosas?
A veces podemos inventar o acordar frases o gestos claves para que el niño sepa comunicar o reclamar lo que siente y necesita, como un recurso más antes de llegar al desastre (y probablemente evitarlo).
Una cosa que he notado hace perder los estribos a la mayoría de la gente en momentos de estrés es la indefensión, el sentirnos acorralados y sin opciones. Siempre tenemos opción, siempre podemos elegir, y a mí francamente me hace sentir tan bien, como que he subido un peldaño más en mi aprendizaje como mamá, cada vez que logro agacharme a la altura de mi hijo, mirarlo a los ojos y abrazarlo, para luego hablar tranquilamente de lo ocurrido tras un desastre.
También puedo elegir estar más atenta a las señales sutiles :)
¿Y ustedes qué eligen? ¿Se han sentido sin opciones ante situaciones adversas?
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