Ella dijo que no quería ser una princesa ni un hada. Él le contesto que no podía sacarla de su cabeza y que sería siempre su princesa particular, lo guardarían en secreto, ella seguiría siendo esa chica mala y rebelde de puertas para fuera.
Él se partió el alma día tras día para ver a su princesa sonreír y borrar de su cara la tristeza y las lágrimas que osaban manchar su alegre belleza. Aunque ella no quería ser una princesa, no podía manejar y cambiar sentimientos ajenos. Se cabreaban cuando la llamaba así, pero a su vez no escondía un brillo de agrado especial en sus inmensos ojos claros. ¿Por qué no quería ser una princesa?, quizás no había ningún príncipe a la altura.