Revista Diario

Ella. III y última parte.

Publicado el 04 febrero 2010 por Lisset Vázquez Meizoso @lissetvazquezmz

A falta de un buen amor, el sexo la saciaba, la mayor parte del tiempo. El sexo la transportaba a los mejores y más vibrantes momentos de su vida diaria, después de un diario y largo trajinar de aquí para allá haciendo mucho y a veces poco. El sexo le tapaba la boca, a las voces en su interior que le recordaban que algo faltaba. Así que una y otra vez, elegía ignorarlas ¿Qué sabrían ellas de lo que se siente cuando un orgasmo te recorre todo el cuerpo y te deja las piernas temblando? ¿Quién necesita amor? La boca, seguía buscando donde abandonar sus besos y la piel, llevaba puesto su mejor perfume, el sudor de ambos después de jugar a perderse en sus cuerpos. No hay mucho que decir, el silencio la acompaña a excepción de sus gemidos. Y la cama, protesta una vez más, de tanto jaleo y tanto crujido.Se da la vuelta y lo mira y entiende que algo extraño le está sucediendo. Él intenta hablar, pero ella lo calla, lo abraza con sus piernas y lo vuelve a cobijar en sus adentros. No quiere hablar de sentimientos. No quiere que nada interrumpa ese momento mágico en que una mirada habla por sí misma y no dice tonterías, no dice una mentira, no dice un … te quiero. Y todo empezó en un mundo virtual, algo que en aquel momento, aún era novedad, pero eso ya es un capítulo para otro cuento.En el transcurso de aquel año, las horas en la cama se transformaron en largas charlas, en risas acompañadas de películas ya vistas en un televisor aún más viejo, siestas, besos, comidas a destiempo y por supuesto, siempre estaba el sexo. Aderezaban los fines de semana con paseos, cine, algún restaurante ocasional y un poco de turismo desorganizado, de ese que después de dar muchas vueltas, termina uno en el mismo sitio, en la cama.La despedida, cada lunes, se convirtió para ella, en algo doloroso, nunca se lo dijo, pero así era. Para calmar su dolor de lunes a viernes, ponía su perfume en la almohada y dormía abrazada a ella, mientras él a 45 minutos de avión y a 120 horas de distancia, le hablaba…por teléfono. Dos ciudades con aroma de azahar y bellos arrozales y tanta tierra de por medio.Ella vino de un mundo donde todo era posible, un mundo que acabaría con las injusticias, que sembraría de igualdad cada esquina, que levantaría a los pobres del mundo en favor de su causa. Aún hay muchos que prefieren creérselo…Y le mataron la valentía, la quebraron poco a poco, con cada letanía que le repetían, con cada lema incrustado en su memoria a base de escucharlo a diario. Por eso le gustaba tanto el silencio, no le imponía nada, la dejaba libre para soñar, para pensar por sí misma, para llorar…Y se descubrió llorando por él, por su ausencia. Se dio cuenta de que entre toda aquella letanía que le repetían, nadie le habló en verdad del amor. ¿Era aquello amor? ¿Era aquella nostalgia permanente con fecha de caducidad en cada viernes, algo llamado amor? Sí, definitivamente, era amor, es amor. Amanece y anochece en él cada día. Vive alojada en su pecho, en el único refugio donde siempre es bienvenida. Cuando lo mira, se ve siempre bella en sus ojos. Descubre que media vida, es aún mucha vida para gastar, mucha vida para crear nueva vida y compartir todo lo que tiene y lo que sabe y lo que aprenderá cada día. Comprende que la sonrisa es la mejor medicina para su boca gastada, comprende que los besos no se dan si no van a tener este dulce sabor, que todos los retos de la vida diaria son menos duros cuando están juntos y que el amor, ese que es de los de verdad, de los que crean buenos cimientos, hace que el paso del tiempo no sólo sea mucho más llevadero sino que se desea pasar con él cada uno de esos momentos.Han pasado muchos años y en ese lugar al que llaman casa y donde comparten un día a día repleto de sorpresas con su nuevo y pequeño amor, vive alojada permanentemente la algarabía y se ha convertido en un paraíso, que está lejos, muy lejos de aquel sitio de donde ella vino y nunca volvió.Ella. III y última parte.Ella vino de Cuba, esto ya lo presentíais y ¡ay! ¡Como la echa de menos! Ha vuelto al país de sus abuelos, a un país donde se siente como si nunca hubiese nacido en otro lugar, tan lejano. Se siente en casa, esto ya es lo que ella llama, felicidad.Ya nunca volverá a su vieja tierra. Su hoy y su mañana están aquí, en su nuevo paraíso.  Bendito amor, ése de los buenos, que tan pocos hay.P.S. Bendita Sevilla. Bendita Valencia. Bendito internet.

Ella. III y última parte.

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