Ella odiaba el silencio, me dijo que entre el ruido de la gentey elhumo del cigarro de despuésse sentía más segura; yo le pregunté por qué, pero no me respondió
Ella odiaba el silencio, parecía que le daba hasta miedo, yo no nunca lo entendí porque a mi me gustaba mucho, me gustaba tumbarme en mi cama de sábanas blancas, en aquellas tardes de lluvia de Barcelona, esas en las que sólo se oía eso, lluvia, sólo lluvia
Ella le gritaba a la ginebra, pero nunca le respondió, a veces la rompía en la pared y otras veces sólo bebía hasta que no se podía sostener. -Sólo en el silencio se escucha el grito sordo de la realidad-decía.
Ella tomaba demasiados tranquilizantes, decía que lo necesitaba, que así todo era más fácil, hasta dormir, sobre todo con la música tan alta; pero yo seguía sin entenderlo, cada día era más lenta su respiración, ni si quiera sabía lo que quería decir esa mirada tan tristeElla siempre lo quiso aunqueél era difícil, ella solía decir qué quién no lo era; pero demasiadas veces me respondió con esa sonrisaamarga: no sé, me habré dado con la puerta, ya sabes lo despistada que soy; a las veces que le preguntaba por el color de sus brazos y de sus ojos, como losliriosElla siempre me sonreía, pero a veces se le escapabauna lágrima y se manchaba toda la cara de rimel cuando se la secaba. Ella odiaba el silencio, lo odiaba, pero nunca supe por quéNunca hasta ayer, cuando decidió escucharlopara siempre