Ella: ¿Pero dónde te habías metido todo este tiempo? ¡Al fin te encuentro!
Él: Mujer de poca fe… ¿Dónde querías que estuviese? Un tipo tan encantador como yo… Me alegro de verte. Creo…
Ella: ¡Vuelves a tomarme el pelo! Llevo toda la vida diciéndote que no lo hagas, y aquí estás. De nuevo a las andadas, y muy bien acompañado…
Él: No lo hago, cariño. Sabía que me seguirías, a pesar de todo. En tu caso, no había más alternativas. Y además, sin ti esto no tendría ninguna gracia, lo reconozco.
Ella: Pues lo siento, pero a mí no me convence. Creo que me voy: tú puedes hacer lo que quieras. ¿No…?
Él: No. Yo sólo puedo esperarte. Esperar a que entiendas.
Ella: Pero… Pero… ¡Tú estás muerto!
Él: Tú también.
Ella: ¿Y aquello de “hasta la muerte”?
Él: Pues ya ves. A mí no me funciona.
Ella: A mí tampoco. Te quiero…
Él: Eternamente…