Los que odian la Navidad les otorgan a estas fechas una trascendencia que no veo normal. Si no les gusta, no entiendo por qué le dan tanta importancia, aunque lo hagan "por defecto". Esta mañana, sin ir más lejos, una compañera me decía que el 24 se acostó a las diez de la noche. A mi la Navidad me encanta, tanto como la Vida y no de una forma especial.
Ésta, en concreto, la estoy viviendo de forma intensa por varios motivos. Uno de ellos, porque me está tocando trabajar y no está siendo fácil compaginar trabajo y familia, más cuando se quiere llevar todo a la vez y están separados por cientos de kilómetros.
El día de la Lotería, que empezamos tomándolo como un día de fiesta y convivencia en la emisora...
... Acabó siendo un día de trabajo histórico porque pudimos contar que, por primera vez en 200 años, un onubense había comprado, en esta provincia, un décimo de El Gordo. Sólo un décimo que, a nosotros, nos hizo desplazarnos a Villarrasa y conocer a la humilde y feliz familia de Pedro Medina, un hombre que pasará a los libros de historia por la bonita casualidad de haber nacido en el 58.
Pero de todo lo que estoy viviendo esta navidad, me quedo con esta sonrisa:
Mi hija, que empieza a dejar de ser un bebé para empezar a convertirse en una niña que no para de querer jugar, hablar, reir y caminar. Y descubrir eso me ha emocionado, muchísimo, sobre todo cuando la veo correr por las cuestas de mi pueblo.
Y no sé si será por las fechas, o por la emoción, o por la conciencia de que tengo que empezar a preocuparme por la educación de mi hija, pero este vídeo me ha hecho llorar a moco tendido. Todo tiene que ver, lo que pasa aquí con lo que pasa en cualquier lugar del mundo. Ojalá todos pudieran vivir con sus familias la felicidad que yo vivo en estos días, y siempre. Ojalá aprendiéramos a escuchar y a perdonar. Ojalá todos los cuidadanos del mundo pudiéramos vivir en libertad