EMOTIVISMO. Publicado en Levante 4 de mayo de 2010

Publicado el 12 mayo 2010 por Biologiayantropologia
EMOTIVISMO

Estos días asistimos al debate sobre la fiesta taurina. No es un asunto que me preocupe especialmente. Hay tantos y más importantes... Pero me sirve para introducir algo que se ha señalado con acierto: vivimos en una sociedad emotivista. El emotivismo o sentimentalismo es la actitud de constante apelación a lo impresionable, a las emociones, a lo irracional como argumentación definitiva. Unos insisten en lo sangriento del espectáculo, con sus comparaciones equívocas y desafortunadas a la ablación femenina, o al «sufrimiento» del morlaco bravío. Otros, a la cultura inexpresable, a la belleza del toreo con el lance mortal: habitualmente para el toro, excepcionalmente para el torero. Me parece una discusión de políticos que, como dice un paisano mío, tienen excesivas pocas cosas que hacer (sic); o que tienen falta de ignorancia (sic); o las dos cosas. Holgazanes indocumentados. Cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas.
En el fondo, es la máscara del carnaval actual: la emotividad como fundamento ético de las personas. Hay un grave error de apreciación. Me siento antitaurino. Si no hay gente que acuda a las corridas, los toros terminarán por morir (nunca mejor dicho); y, en cualquier caso, no resulta oportuno, de momento, prohibir al tropel que acuda a la fiesta por antonomasia. Al fin y al cabo, no debía de ser muy distinto cuando el hombre primitivo cazaba, en la piel de toro –Hispania– la res brava con lanzas y flechas: primum vivere deinde philosophare (primero vivir, luego filosofar). Con el tiempo, y ganada la pitanza, se hizo cultura. Vamos a ir más al fondo.
Recuerdo la preocupación de mi madre por la salud de sus hijos: que estuviéramos sanos (y también que fuéramos buenos). Un cierto día, le espeté sin más: mira, tienes once hijos; y si uno fallece, te quedan una decena, como en la nana de los diez perritos. Así que no tienes por qué preocuparte. Se quedó fija, clavados sus ojos en los míos; y nos echamos a reír un buen rato con cierta complicidad. Luego, me susurró: sois irrepetibles. El dolor que yo sentiría por cada uno sería igual –ni más, ni menos– al que sentiría cualquier otra madre que sólo hubiera tenido un hijo: eso sólo lo sabemos las madres.
Esto no es ningún descubrimiento, sino la fehaciente constatación de un argumento repleto de sentido común y lleno de sensibilidad. La emotividad es plenamente humana cuando está injertada en la persona como algo armónicamente entrelazado con la libertad y la racionalidad. Si no, la propia vida se convierte en un trasteo desilusionante para los que, por compadrear con su emotividad, tienden a sustituir el pensamiento y la voluntad por el mero sentimiento. Los afectos sólo se deben –y en exclusividad– a las personas. Por analogía, a los animales: sería estulticia celebrar pompas fúnebres por un gato. Las cosas inanimadas no pueden excitar nuestro cariño. Otra cosa sería sacar los pies del tiesto. Pedro López. BiólogoGrupo de Estudios de Actualidad