Empezar Una Dieta. Reflexiones Previas

Publicado el 17 julio 2008 por Virginiagm
Hace cosa de dos meses decidí que ya había comido demasiado chocolate en la vida y que era buen momento para empezar una dieta seria. Lo primero que hice fue acudir al médico de cabecera y decirle que quería empezar una dieta. Bien, me dijo, hay que hacer un análisis de sangre. Pues hale, a pincharme y a esperar quince días más. Luego me dieron cita para ver los resultados y como todo estaba bien me asignó una dieta de 1500 calorías. Pero para mi disgusto, los médicos no son más que médicos y no tienen ningún espíritu de cocineros, con lo cual la dieta que me dieron era más o menos lo siguiente:
Desayuno: 1 vaso de leche con cereales
Comida: 200 gr. de verduras y 100. gramos de carne; fruta
Cena: 1 taza de sopa, 150 gr. de pescado o arroz; fruta
Y se quedan más anchos que largos, ea.
Me enfadé mucho, porque ya me había mentalizado de empezar la dieta y esto no me gustaba nada. Personalmente, comer es la única debilidad real que tengo, la única que hasta hoy no he podido controlar, y por eso necesito una disciplina muy grande para empezar una dieta. Y, como me conozco de hace tiempo ya, sé que si sigo una dieta en la que yo tengo que elegir qué verdura o carne como y de qué forma la cocino, pues no voy a durar ni dos días con ella. Así que hice lo siguiente: me puse a rebuscar en google y de esta manera encontré algunos menús que se ajustaban a la dieta base que me dio el médico, pero más desarrollados y concretos, para no tener que pensar demasiado a la hora de ponerme a cocinar.
Supongo que a mucha gente le pasará lo que a mí con la comida; os cuento mi problema y cómo lo estoy empezando a solucionar. Mi problema básicamente es que no controlo la comida, sino que me controla ella a mí, no sé resistirme. A los 32 años que tengo apenas toco la fruta y la verdura. Hasta hoy, he tenido suerte de tener una salud de hierro y no me ha afectado en ese sentido el hecho de haber llevado una alimentación irregular, sólo me ha dejado algunos michelines y el culo un poco gordo; pero mi sentido común me dice que no es bueno y que debo cambiar. No es sólo que deba adelgazar, sino que debo cambiar la manera en que me alimento de aquí para todo lo que me queda de vida. Tampoco es que haya tenido desórdenes graves, pero por ejemplo, si a media tarde me apetecía merendar, no me andaba con tonterías y me pimplaba un par de tostadas con mantequilla o un bollo de chocolate o dos o lo que fuera.
Todo esto no sería un problema si hiciese algún deporte o si no tuviera ya tantos kilos acumulados, pero el caso es que la vida que llevo es muy sedentaria, mi cuerpo está al borde mismo de la obesidad clínica y no puedo continuar así. Seguiría sin ser un problema incluso si fuese yo misma quien decidiese comer un bollo de chocolate, si no existiera esa parte de mi cerebro que actúa por su cuenta y me anula la fuerza de voluntad. Quiero decir, que está bien comer un bollo hoy, sabiendo que mañana tendré que aguantarme sin él, que no puede ser todos los días; me refiero a sabiéndolo y acatándolo. Pero soy muy débil, siempre dejo para mañana lo de la fruta y las verduras y si puedo comerme hoy un bollo o un plato de macarrones que hace montaña por qué voy a dejarlo para otro día...
Por otro lado, tengo edad (desde hace ya años jaja) de tener hijos. No es que lo estemos buscando ahora mismo, pero en fin, no creo que pase mucho tiempo ya antes de que nos pongamos a ello. Y no quiero que mis hijos tengan una madre que les de bollicaos y chetos a todas horas; me gustaría que ellos tuviesen una alimentación sana y equilibrada desde pequeños para que no les pase como a mí, y para ello lo mejor es dar ejemplo. Por eso quiero ir aprendiendo y acostumbrándome a controlar lo que entra en mi cuerpo. Y no me refiero a obsesionarme con las calorías y los gramos, sino de ser YO quien decide cuándo y qué como, siguiendo unos criterios acertados. Tengo que aprender a que si me paso de la raya comiendo debe ser sólo cuando yo lo decida y no cuando el cuerpo se me vuelva loco de ansiedad pidiendo bollos y patatas fritas. Lo equiparo a lo que debe de sentir una persona adicta al alcohol, que ya no bebe por gusto, sino sobre todo por ansiedad y necesidad de apaciguar señales de su cerebro que de otro modo no soporta. Y, cuando lo hace, no se toma precisamente una cerveza solo, sino que quiere más, y más y más, y nunca parece tener suficiente. Bien, pues esto mismo es lo que me pasa a mí con la comida "mala", que nunca tengo suficiente y siempre quiero más (pongo entre comillas lo de "mala" porque ningún alimento es malo es sí mismo, sino por el uso que le demos, claro). Siempre tengo la sensación de estar reprimiéndome en ese sentido, nunca como demasiados macarrones ni demasiados huevos fritos ni demasiadas patatas, ni demasiadas croquetas, ni demasiados croissants de chocolate... y eso me genera mucha ansiedad, una represión constante y diaria que no me sienta bien y con la que quiero terminar. Incluso en alguna ocasión en que he comido hasta no poder más, mi cerebro me ha seguido pidiendo más comida y he evocado con envidia las orgías romanas en las que con un poquito de cicuta vomitaban discretamente y volvían a comer como si nada. Es evidente que esto es un trastorno psicológico que tengo que eliminar como sea y lo antes posible.
Personalmente, cuando encuentro algo en la vida que me cuesta hacer, me procuro una disciplina férrea y no me salgo de ella hasta que consigo dominar el asunto en cuestión. Por ejemplo, cuando dejé de fumar, lo dejé de golpe, sin anestesia, y sólo cuando supe que jamás recairía por debilidad, me concedí el capricho de fumarme un cigarro un día con una amiga. Ni que decir tiene que me sentó como una patada en las costillas, me mareé, vomité, tuve vértigos durante las siguientes dos horas y desde entonces nunca he vuelto a tocar uno ni a desearlo siquiera en sueños. Para dejar de comer impulsivamente necesito una disciplina similar, una rutina de comandos e instrucciones que me exija el mínimo esfuerzo mental para organizarme y así poder dedicar toda mi energía a controlar la ansiedad. Pongo un ejemplo: es la una y media de un sábado y va siendo hora de preparar la comida.... sé que tengo que comer verdura y voy decidida..... abro la nevera a ver qué puedo cocinar.... tengo una berenjena blandengue, un poco de queso, huevos, zanahorias, chorizo, unas hojas de lechuga.... uff... no se me ocurre.... abro la despensa y veo un paquete de pasta reluciente, unos botes de tomate frito llenos de colores vistosos... la pasta se cuece en diez minutos... mientras puedo freír unas salchichas y con el tomate del bote... ¡ole! ¡ya tengo comida para hoy!! Y al final acabo comiendo lo que no debo por falta de planificación, y eso no puede ser.
A diferencia de cuando dejé de fumar, en este caso no puedo dejar de comer, tengo que comer... pero otras cosas y de otra manera. Me ha costado tres décadas comprenderlo, pero al fin ha llegado el momento y me siento segura de ello. ¿Cómo puedo saber que es el momento adecuado? Pienso que es como enamorarse, se nota como una firmeza interior y una seguridad sencilla y clara. Es inútil iniciar un cambio tan grande si uno no está preparado para ello: si no tenemos confianza en nosotros mismos, sólo nos espera el fracaso; pero me refiero a confianza auténtica, de la buena, no la de "ojalá lo consiga....." sino la de sentir que uno simplemente lo está haciendo.
Además, estoy harta de no disfrutar de la comida que me gusta. Cada vez que como algo que sé que no está bien, la supuesta satisfacción se empaña rápidamente con la culpabilidad de saber que me estoy perjudicando. Esto no es sano mentalmente. Así que por bien de mi salud mental y física hace diez días comencé la dieta de adelgazamiento, pero sobre todo y lo más importante, he comenzado a combatir la ansiedad y a ser consciente de la alimentación que estoy llevando. No tendría sentido adelgazar si al llegar a los 55 kilos digo, "vale, ya he adelgazado, dejo la dieta y vuelvo a la vida normal" ¿cuánto tiempo iba a tardar en volver a engordar? Pues eso, mi intención es tener un peso acorde a mi complexión y aprender a llevar una alimentación sana y compensada sin que eso me suponga un estrés mental adicional al que ya la vida te somete por otros caminos.....
Hoy por hoy, dos meses después, puedo afirmar y afirmo, que lo estoy llevando con entereza, calma, positivismo y con mucho talante. Sin más dilación pues, os cuento el menú que he seguí durante la primera semana:
... (continuará, para quien quiera seguir leyendo, claro) ...