Como no podía ser de otra manera, hoy empezó la cuenta atrás. Con una puntualidad asturmexicana, a las 17,20 horas el famosísimo ‘tren negro’ arribaba a la estación de Jovellanos. Es el clarín que anuncia cada mes de julio (y ya van por 23º), el inicio de la Semana Negra de Gijón.
Huelga comentar qué tiene de diferente este tren de los restantes, y quién viene en él y quién no. Si alguien tiene dudas a este respecto, baste con que revise este mismo portal que días atrás ya hablé del asunto. Y no voy a reiterarme.
Ya es tradicional que cada año, la llegada del tren supongo una brizna de polémica y protesta casí institucionalizada. Cuando no es no sé qué sindicato, lo es no sé quién, y si no, la madre que los parió a todos. Hoy acudieron los trabajadores de ChupaChus, junto a unos cuantos policías locales y otro colectivo de los bomberos de Mieres. La banda municipal de Música y varias dotaciones policiales ponían el broche de color a los primeros minutos de esta nueva edición semanera. La tensión era más que latente.
Y el tren llegó. Medios de comunicación, manifestantes, servicios de seguridad, oportunistas, y demás tropel recibieron en el andén a los recién llegados, encabezados por el semanero más orondo. Cuando la comitiva que acompañaba al Presidente Areces intentaba abrirse camino, en medio de importante servicio de seguridad. Los manifestantes lejos de amedrentarse, y cumplir las indicaciones de la Policía, se dedicaron a lo contrario. A reventar el acto, y originar las primeras escaramuzas entre los manifestantes y los antidisturbios.
El coche presidencial aguardaba en la puerta del recinto pero resultaba materialmente imposible alcanzarlo. Los manifestantes, que desconocían el verdadero significado de un Estado de Derecho, lo rodearon mientras otros acechaban a la comitiva, que sudaba para llegar hasta el vehículo. La tensión aumentó y aumentó. Agredieron al Presidente, y la Policía se vio obligada a despacharse a gusto. No podían andar con chiquitas ni podían irse por las ramas. A estas horas estaríamos lamentando alguna desgracia mayor.
Era el comienzo de la Semana, y ésta no existiría sin la polémica y la controversia. Pero aquí estar el problema. Una cosa es discrepar y otra cometer un delito. Agredir al Presidente de la Comunidad Autónoma es un delito. Quien lo hizo está a buen recaudo. Y me da igual que sus compañeros la defienden y la apoyen.
Un delito es un delito. La Semana Negra no existiría sin estas dosis de lío y jarana. Es una parte de la idiosincrasia gijonesa. Pero, por el contrario, el propio festival ni puede ni debe permitir que sucedan estas cosas. Hay que poner remedio sin culpabilizar a nadie, pero hay que buscar una salida. Polémica y violencia son incompatibles.
Ahora nos lamentaremos de que nuestra compañera está enrejada y acusada de un delito de agresión. Pero se lo merece. Una cosa es la Semana Negra con todo su espíritu multivariado, y otra muy diferente, la violencia y la agresión sea en la persona del Presidente Areces o de mi vecina del primero.
La Policía resolvió bien la situación. Sólo le permitieron hacerlo de un único modo. El día que sepamos comprender que la vía de la agresión, el insulto o la descalificación no es la formula adecuada para resolver nuestros problemas nos irá mejor.
ChupaChus dice adiós a Asturias. Las cinco mil familias que se verán afectadas, es lógico que protesten y se desgañiten. ¿Pero alguien cree de verdad que el Presidente Areces tiene capacidad, potestad e influencias para que se reconduzca esa situación? Al césar lo que es del césar.
La imagen que esta tarde dio Asturias ante el chupinazo más gijonudo del mundo fue lamentable y patética. Y en medio de ese caos, lo más grave; policías enfrentándose a sus propios compañeros. ¿Este es el camino que queremos para sacar a España de la crisis? ¿Este es el método para resolver nuestros problemas laborales?
No quiero respuestas. Quiero hechos, y particularmente, de aquellos que abusando de los derechos de todos, hacen suyos la agresión, la falta de educación, el poco respeto como bandera de sus vidas.
La semana acaba de empezar. Queda claro. Un grupo de zaborreros, inútiles, chupatintas y sindicalistas de tres al cuarto no la emponzañarán. Y si lo intentan, por nuestra parte nos defenderemos con la palabra, aunque a la vez tengamos que pedir que nuestro Estado de Derecho intervenga con contundencia. Esta tarde fueron bastante benévolos. Mañana probablemente no lo sean.