En Ammán, el monte Nebo, la iglesia de San Jorge

Publicado el 18 abril 2016 por Ptolomeo1

Los retratos del fallecido Hussein, Abdullah II y el joven príncipe heredero se reiteran una y otra vez en oficinas públicas y espacios privados de Ammán. A poco de arribar a la pulcra capital jordana se advierte el afecto incondicional que sus ciudadanos tributan a la familia real hachemita, que gobierna el país desde su creación en el año 1946. Jordania es una monarquía constitucional hereditaria en la que el rey es el primer soldado; la formación militar y el compromiso polìtico de la casa real le ha ganado el prestigio del que goza, adunado al matrimonio de Abdullah con la atractiva Rania, omnipresente como su antecesora Noor en el corazón de los jordanos.

Ammán es una ciudad ordenada y moderna, de un uniforme color blanco tiza ya que por decreto todas las edificaciones deben erigirse en piedra o mármol, que alterna lugares históricos como la Ciudadela, el colorido zoco tradicional de los países árabes y una zona donde la riqueza se despliega sin estridencia, al ritmo de los automóviles de lujo y las mansiones ostensiblemente vigiladas. Nos alojamos en el hotel Days Inn y a la hora de la cena un contingente de comensales hindúes alborotan el salón comedor, entre los que sobresalen las vestimentas coloridas de las mujeres y el bindi que algunas lucen sobre el sexto chackra.

Al otro día emprendemos nuevas vivencias por este lado del mundo en compañía de Mohamed, que será nuestro guía en todo el periplo, y otras personas entre las que se encuentran Claudia y Oscar, una pareja de Buenos Aires de quienes nos hacemos inseparables en el curso del viaje. Nos dirigimos con los sentidos en alerta para no perder detalle hacia el castillo de Ajlun, una enorme fortaleza construída a instancias de Saladino para proteger el territorio de la presencia de los cruzados.

La ubicación privilegiada y la solidez de los muros motivaron que los sucesivos gobernantes lo mantuvieran como centro administrativo y defensivo; los invasores mongoles dañaron la estructura que fue restaurada por los mamelucos y hoy constituye un exponente de la estrategia militar árabe, además de un sitio donde se obtienen magníficas fotografías panorámicas del valle del Jordán.

La Ciudadela guarda ruinas romanas que sorprenden por su extensión y conservación; Mohamed hace referencia a la falta de difusión turística del complejo pese a su atractivo. Las columnas del templo de Hércules aún están en pie y datan del siglo II. En la cima se encuentran la Mezquita Omeya, con una magnífica cúpula de bronce restaurada. y el Museo Arqueológico de Jordania.

El monte Nebo

Los restos mortales del mismísimo Moisés se encuentrarían en algún lugar de este monte situado en las proximidades de Mádaba, según lo consignado en el libro del Deuteronomio. Desde aquí habría divisado la Tierra Prometida, aunque lo cierto es que no se ha encontrado vestigio alguno del profeta hebreo al que los cristianos del lugar dedicaron un santuario, cuya referencia se debe al diario de viaje de dos peregrinos del siglo IV.

El sitio reviste carácter sacro para las tres grandes religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e islamismo confluyen aquí al igual que en Jerusalén, dotando al terreno de un aura sagrada que contagia al visitante: desde la cruz de bronce con la serpiente circundante que se encuentra en el exterior hasta el mirador en el que la vista se pierde sobre Tierra Santa y el mar Muerto, el valle del Jordán y el lago Tiberíades. Una placa de cemento señala con sendas flechas la distancia a las localidades de Jericó, Qumrán, Belén…

La entrada incluye el ingreso al pequeño museo, en el que se pueden observar fragmentos de piedras coloreadas de iglesias de los siglos VI y VII que reproducen escenas alegóricas de personas y animales. La región es conocida por la calidad artesanal de los mosaicos bizantinos y omeyas y la obra cumbre al respecto aguarda en la iglesia de San Jorge, próximo objetivo de nuestro periplo.

La iglesia de San Jorge

Un mapa mosaico de Jerusalén y Tierra Santa que data del siglo VI reviste el suelo de la iglesia ortodoxa griega de San Jorge, erigida en la ciudad de Mádaba en 1896 sobre los restos de un templo bizantino. Se calcula que el espectacular diseño topográfico compuesto por cerca de 2.000.000 de mosaicos de colores cuadriplicaba en tamaño al que ha perdurado hasta la fecha.

Es difícil describir la admiración que produce contemplar semejante obra de arte, que reproduce lugares bíblicos como Jericó, el río Jordán con los peces deslizándose en el agua, el mar Muerto y las murallas de ciudades como Jerusalén, donde se vislumbran claramente la puerta de Damasco y la iglesia del Santo Sepulcro entre otros detalles exquisitamente plasmados.

El interior de la iglesia también sorprende al visitante por la profusión de imágenes de colores, las lámparas de bronce talladas y la expresividad de las pinturas, en las que se puede ver a Cristo formando un mudra con su mano. Me detengo unos instantes para admirar el conjunto bajo la luz que ingresa por las ventanas, hasta que Mohamed me devuelve a la realidad: es hora de dirigimos a un taller de artesanías en mosaico, punto culminante de nuestra jornada.