En caída Libre.

Publicado el 21 julio 2012 por Cspeinado @CSPeinado

España en la Uvi, ya hemos llamado a la Funeraria.

Lo he dicho tantas veces que ya me parece un axioma. Lo bueno que tienen las Crisis, que de hecho en chino se  escriben con los símbolos que simbolizan el riesgo y la oportunidad, es que dejan al aire el verdadero tejido de un país. Esa capa real sobre la cual se han creado todas las demás. Una capa tan real que ahora descarnada de las irrealidades de las ampollas reventadas de las inmobiliarias muestran el goteo de una pus maloliente y asquerosa. España ha vivido por encima de sus posibilidades desde que el chache Paco se fue a dormir el sueño de los justos bajo mil kilos de granito de Guadarrama. Lo hemos hecho, de forma directa o indirecta, cada vez que hemos ido al banco a endeudarnos, cada vez que hemos votado a incapaces, cada vez que hemos especulado comprando un piso por uno para venderlo a cuatro... No merece la pena calentarse la cabeza, todos sómos responsables de un país en caida libre que hasta que no tope con el suelo no podrá coger impulso para ascender. Poco más se puede hacer que esperar y rezar.
El Gobierno, desbordado.
Asi, de un modo tan sumamente descarnado, de un modo tan atroz se nos presenta una realidad que hemos labrado cada vez que dábamos crédito en las urnas a los que sólo buscaban la destrucción de nuestra españolidad. Es así, no tiene más lecturas. Ayer, un presidente agobiado preguntaba a un líder de la oposición, un ser ladino y directamente responsable de la crisis en la que nos hallamos que si no queria que el gobierno siguiera recortando por donde lo estaba haciendo indicara una vía alternativa. La respuesta fue la callada por respuesta. En no me mojo. El te voy a hacer la vida imposible pero sin darte pautas de actuación. El acoso y derribo a un gobierno que, seamos sinceros, lleva buena intención pero no tiene los arrestos para hacer lo que tiene que hacer y por ello es plenamente prescindible en la medida que la reforma debe de ser integral, estar por encima de los intereses de los politicastros y atacar el problema en su raiz, la concepción errónea de un Estado sobredimensionado y del todo obsoleto.
Cuando el río suena, piedras arrastra. El río está seco por la sequía de ideas que nos asolan desde ese templo de la soberanía que se supone que es el Congreso, blindado ahora para impedir que los funcionarios, esos que tan calladitos se quedaron cuando cinco millones de españoles se iban al paro,  asalten en una reedición del 18 de Julio. La soberanía nacional ya no reside en el Pueblo Español sino en los mercados. Eso hace que la Constitución, bastante inútil desde que los nacionalismos descubrieran que se la podían pasar por el forro de los cojones sin asumir ninguna responsabilidad, quede definitivamente en desuso, cayendo el país a unos niveles de total inmundicia social y politicástrica. El río está seco, en efecto, pero las pedradas, cómo las piedras del Valle de la Muerte, se siguen moviendo sin cesar por el cauce reseco y calcinado del arroyo español, apedreando a los de abajo, a los parias que rebuscan en sus oquedades alguna brizna que llevarse a la boca mientras ellos, los que nos han hundido en ésto, siguen nadando en la Opulencia.
Las consecuencias del atracón.
Este no se ha hecho nunca de esperar. Siempre estuvo acechando tras las matas de nuestra indiferencia. España ha ido entrando en los organismos internacionales a trompicones de unos politicastros que no asumen,  ni asumiran nunca la responsabilidad de haber convertido éste país en un Estado-Florero. Si miramos a los actos que nos han ido cuajando a lo largo de los años, creo que es patente que la conversión de la Frontera Sur de Europa en un país de servicios, más enfocado en servir de parapeto a las políticas expansionistas de todo el mundo que en lograr una potencia emergente es patente. Los poderes públicos españoles han pactado la imbecilización de la sociedad cómo paso previo a un hundimiento nacional que implique una sumisión y dependencia económica de los paises del Norte de Europa. No creo que haya que ser un genio de la geopolítica para vislumbrar que eso es lo que nos ha pasado. Hemos sido cebados a base de subvenciones, hemos sido encarrilados a ser los camareros y albañiles de una Europa Industrial que ahora nos suelta la limosna limitándola cómo se limita la paga a los adolescentes.
Y es ese relevo generacional que debiera garantizar la consecucion y continuación de unos objetivos mínimos ha sido educado en dos vertientes, o en la cultura del esfuerzo por la cual les irá mucho mejor fuera de España que en el suelo patrio o bien en la cultura de la complacencia, por la cual es mejor vivir del paro, de la subvenciones de Mamá Europa o directamente vivir de cuatro cosillas que nos permitan hacerlos in demasiado esfuerzo. Eso ha garantizado el nacimiento de una casta funcionarial, extensa e insostenible a la que todos quieren pertenecer enterrando de forma fehaciente la cultura del emprendimiento. España es un enorme bazar de servicios que ya no interesan a nadie. Los mercados mandan y exigen que nos postremos, trabajemos catorce horas, cobremos doscientos euros y demos las gracias por poder hacerlo o... emigremos. La caida libre está certificada, es un hecho y cualquier medida va encaminada a cumplir los preceptos de nuestros amos, los de arriba, los del Norte de los Pirineos, son pena de quitarnos la piruleta y darnos dos buenos azotes.
Pesimismo subyacente.
Tras el atracón que todos, en mayor o menor medida nos hemos pegado, sabiendo que los politicastros son los que peor lo han hecho, si, pero siendo tambien  sinceros y asumiendo que  todos hemos mordido la tarta de creernos una democracia sajona, un país con una industria, supongo que la inmobiliaria, boyante y capaces y con todo el derecho a mirar a los demás por encima del hombro. No estamos en momentos de mirar al pasado inmediato pues el objetivo debería ser mirar hacía adelante, a dar cuanto antes nuestra sangre a los mercados y que suelten un poco la cuerda para que tengamos la sensación, al cabo de cinco años ya, de poder trabajar para nosotros en lugar de hacerlo para las eléctricas, los gobiernos, los especuladores y los banqueros. Caemos, llevamos cuatro años haciéndolo, sin pensar que la caida es mucho más profunda de lo que llevamos viendo y que el suelo está en la España de mil novecientos ochenta y dos. Aquella en que nos congratulábamos de haber alcanzado una democracia que terminaría, en el fondo, arruinándonos la vida.
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