Cada día construía la misma pared, después se marchaba y cuando volvía al día siguiente ya no estaba. Ladrillo, argamasa, ladrillo...
Aquel día regresó y la pared seguía allí. Una lágrima corrió por su mejilla, pero no tenía tiempo que perder: cogió la escuadra. Ladrillo, argamasa, ladrillo...