Aparecemos en escena como grandes ilusionistas, magos sin ninguna alcurnia, pero sí como un par de verdaderos artistas prestidigitadores; y los espectadores, admirados, ya temen lo que viene: taumaturgos que desaparecerán sus pertenencias, pistolas en mano, cual varitas mágicas con las que limpiaremos sus casas u oficinas, bolsas o carteras.