Revista Literatura
En el bar, Amalia Catania, Jueves 18 a 20 hs
Publicado el 10 septiembre 2012 por AdriagreloLa tarde amenaza lluvia. Peatones apurados se esquivan, se ignoran. La mujer busca su camino en la calle populosa y entra al bar. Allí, en la mesa junto a la ventana la recibe la mirada ansiosa del hombre. Se contemplan un momento, ella se acerca, se sienta y él le toma una mano, ella baja la cabeza, como escondiendo el rostro. Estás temblando. Así no. No es el fin del mundo ¡Vamos! _ El mozo espera. _ ¿Qué tomás?Ella levanta los hombros. _ no sé, té… no, café. _ Un chico recorre las mesas y deja unas lapiceras.¿Qué edad tendrá? _ pregunta ella atravesada de angustia. Unos ocho, nueve…La mirada de ella persigue al chico y se pierde en la vidriera. Él apenado vuelve a tomarle las manos.Mal día para las despedidas, tan gris. Dale, decí algo, soltá lo que tenés adentro.- Ella lo mira a los ojos, lágrimas pugnan por salir, mueve los labios, pero la voz no sale. El mozo trae los cafés, el chico levanta las lapiceras, él las rechaza y le da un billete. Afuera unas gotas se rompen contra el vidrio y los transeúntes se apuran aún más.De pronto un sollozo estalla y atrae las miradas. Ahora corren las lágrimas por las mejillas pálidas de la mujer, entre hipos como estertores. Él mira paralizado.En la mesa vecina, un parroquiano que lee el diario, abandona la lectura y observa abiertamente, luego disimula y vuelve a la nota, pero sigue pendiente y mira a hurtadillas a la pareja recortada en la luz cenicienta de la vidriera. Ahora ella llora silenciosamente y él le seca las mejillas con ternura. “El tipo debe ser la causa, seguro que es casado, tiene pinta de seductor, aunque ahora parece un pájaro, qué digo pájaro, un pajarón mojado. Pobre mina ¿Será la amante? Él le propone que se dejen o tal vez…Ma…qué sé yo. Mejor termino este artículo”La mujer se va serenando, seca sus mejillas con el pañuelo de él. Sorbe un trago de café, él la contempla dolido y vuelve a acariciarle una mano. Se miran largamente.“Parece que se tranquilizó. Ahora saca algo de la cartera. Un sobre y se lo da. ¿un análisis? Estará enferma. Pobre mina, me da lástima, tan pálida, ¡eso! debe estar enferma o tal vez, no. Está embarazada y le da el análisis. ¡Claro! Él no quiere saber nada. ¡Guacho! Mucha manito acariciada, pero no se hace cargo.” El hombre toma el sobre y sin leer lo guarda en el bolsillo. Ella saca una polvera y se esfuerza por componer el gesto, respira hondo y repasa su maquillaje. Él llama al mozo. “Finalmente terminaron la escena. Parece que se reconciliaron. ¡Ya va! ¡Cierra la tres! García se entretuvo esta tarde, aparenta leer el diario, pero está pendiente de la pareja. Y bueh! el espectáculo cambió su rutina de Clarín y cafecito. Después de una hora franeleando, les viene el apuro; otra vez mira el reloj. Ya va, ya va.”El mozo cobra, la pareja se levanta. Él deja una propina y la acompaña hacia la salida rodeándole la cintura. Ahora llueve mansamente, quedan pocos peatones apurados bajo paraguas abigarrados. La pareja llega a la esquina y detienen un taxi. Él abre la puerta, le da un beso rápido, el taxi parte y el hombre se queda un momento bajo la llovizna leve, penetrante.