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En el estanque de las dos lunas negras.

Publicado el 06 julio 2013 por Hluisgarcia

hoja-agua

Me quede sentada mirando por encima y debajo del agua. La tranquilidad en aquella hora era ensordecedora,  aquel silencio que gritaba más que cualquier voz desgarradora, y no deje de hablar con el agua del estanque. Si mirabas alrededor parecía un jardín japones que te invitaba al paseo meditador, pero lo cierto es que podía ser un desafió constante a toda creencia, a toda convicción, podía darle la vuelta a las almas como a unos calcetines viejos. Aquel estanque que siempre parecía igual y nada alterable, era un abismo sin fondo inquietante que podía salpicarte de inquietudes, de certezas cambiantes, de rebeliones, de insurrección, revelaciones, dudas, calma, ternura, sorpresa, interrogación, cariño, admiración, respeto o hasta a veces le tirarías una piedra para conseguir agitarle la superficie lisa y llana de su agua, aquel estanque que sin querer a veces se mostraba conmovido y otras dudaba de los ojos que le miraban, aquellas pequeñas ondas que subían en su rostro de agua mostrando sorpresa o aquella pequeña ola, que como una mano delante del rostro le sumía en sus propias meditaciones y dudas, ¿sobre los ojos que le miraban o las suyas propias?, aquel estanque de aguas mansas y de carácter fuerte en su profundidad con sus corrientes subterráneas, a veces misterio y otras tan claro, a veces turbio oscuro y otras tan transparente, aquel estanque que jugaba a veces conmigo a recrear muchas emociones pasadas o presentes o sugería a veces tantos desafíos, unas sin darse cuenta otras cambiando sus aguas a propósito. Aquel estanque donde veía reflejadas aquellas dos lunas negras, taladrando mi mirada en busca de más respuestas que las que yo a veces tenía. Sentada en aquel banco con la luz ya ocultándose y dándome de refilón, desgranaba mi vida con una gran impotencia devorándome, no podía ser viento, ni nube, ni agua, ni sol, ¿que podía ser yo?, quizás sólo la que ya era, una hoja en el suelo, a merced del viento de la vida o de las aguas de las tormentas, ¿Cómo se levanta una hoja del suelo?, mientras mi cabeza  giraba a toda velocidad perdida en mi propio caos, quizás fruto aún de las vueltas que dí al caer o de las barridas del viento hasta aquel banco que estaba sentada mirando el estanque, a ratos me devolvía la imagen como un espejo, otras no.

Ese día me pareció ver algo diferente en el estanque, ¡parecía, me lo parecía! o perdida en mis propios abismos quizás me lo imagine, el estanque se conmovía, parecía que reflejaba agua en la superficie de sus dos lunas negras, un agua diferente, parecía que las dos lunas negras tuvieran dos nubes a punto de derramar agua. No, no quise preguntar, el estanque tenía todo el derecho a tener sus propios secretos escondidos en su profundidad, como lo tenía yo misma en guardar mis propios secretos. Contuve mis palabras no quise parecer curiosa, ni forzar una respuesta si él no quería hablar. Hubiera tendido una mano pero me pudo el pánico, y si el agua del estanque fuesen todas mis lágrimas derramadas y calladas, cambie de conversación o lo intenté, no, no quería cargar más tensión a la agua del estanque, me vi reflejada como en un espejo en la superficie ondulada del agua, pequeña insignificante en aquella esquina del banco donde estaba parada, o quizás me estaba viendo desde el fondo del estanque y miraba mis propios ojos tristes a punto de llorar.

En el estanque de las dos lunas negras.

Extraño día en el jardín japones, pequeña y perdida sin ver ningún pez de colores que a veces salta entre las dos lunas negras, extraño día que no pude ver ninguna de las flores de loto que a veces el estanque acercaba hasta la orilla, extraño entendimiento de mi propia insignificancia, de mi abandono de los cerezos y las flores que forjan caminos que a veces nos acercan a la luz que nos da fuerza, de mi renuncia a volver a ser parte de algo o de la vida, quizás ya estaba muerta antes de entrar en el jardín o me di cuenta que lo estaba bajo el manto del agua del estanque, que negras fueron las lunas aquella madrugada que dejaban caer el agua de toda una vida sobre mi espalda, y me decían calladas que fui tan fuerte alguna vez, que ahora el peso del agua que había aguantado me doblaba, o quien sabe si aquellas negras lunas fueran las que me hablaban y me decían que si me amaste alguna vez, ya no me amabas.

Entre las cataratas que brotaban de mis ojos seguía mirando el estanque, mientras las sombras cubrían el resto del jardín, o era el agua que me cubría la que me hacía ver más oscuro el ocaso, debía cerrar el espejo que me brindaba aquel agua o dejarlo desbordarse, desbocado rompiendo los caminos que era tan predecible siguiera el agua,

Que triste aquel anochecer en el jardín, que hasta el agua del estanque reflejando aquellas lunas negras se conmovía, mientras yo me apagaba en un remolino de tantos que se formaba con el agua de los mares de lágrimas.

En el estanque de las dos negras lunas. Umbra Julio 2013.

mujer cogiendo o recogiendo lágrimas.

http://www.youtube.com/watch?v=Fft4j18noes


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