…
– ¿Entonces? ¿No nos veremos más?
– Uff. ¡No sé! Me estás preguntando cosas que desconozco.
– Ok. Es que me vuelve loco tu manera de ir y venir. Nunca sé si estás yendo, viniendo, olvidando, recordando. No sé si te vas a quedar un rato, por un café o por una siesta.
– … -suspiros-.
– Necesito saber.
– Yo también, antes necesitaba saber todo. Quién, cómo, cuándo. Y hoy la verdad… esto es lo que me sale. Llegar, sentirme atraída y cómoda. Luego huir, refugiarme en mí, sentirme segura de nuevo.
– ¿No te sentís segura conmigo?
– No.
– … – gruñido-.
– ¿Viste cuando pasás la mano por arriba de la hornalla encendida? Lo hacés rápido y no te quemás.
– No sirve.
– ¿Perdón?
– Tu dialéctica. No sirve para una mierda.
– Es lo que puedo. ¿Qué querés que haga?
– ¿Nunca te tiraste en paracaídas?
– Sí. Una vez.
– ¿Dudaste?
– ¡Nooo! ¿Cómo iba a dudar? Imagináte qué disparate. El instructor y yo, apostados en un estribo y yo dudando si saltar o no.
– Esto es lo mismo…
– ¡Bueh! Ya te fuiste al carajo. No es lo mismo. Arriba estaba el cielo, abajo el suelo.
– Y nosotros… ¿Dónde vendríamos a estar?
– En el limbo querido, en el limbo.
Patricia Lohin
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