Revista Diario

En el mes del ramadan me acuerdo de mi amigo

Publicado el 13 agosto 2010 por Carlos

DIOP es un senegalés de unos 64 años, digo “unos” porque cuando me explica su edad reconoce (en un castellano “chapurriao”, que comparte con inglés, alemán, italiano y sabe dios) que llegó a Dakar procedente del “campo” cuando era joven, pero no existían registros y por tanto no sabe su verdadera edad.

Vendedor errante, que no ambulante, explica a todo el mundo las características de los relojes, “…calandrio…” si lleva calendario “… mergible…” si resiste el baño, aunque no se si todas ellas son reales. El me ha enseñado lo poco o mucho que se de ese tema, de marcas, de pilas, de correas, hasta de arreglarlos y no entiende que me guste mirarlos y comprárselos, si ya tengo reloj. Yo le explico que el es mi ONG y seguimos durante horas charlando bajo la sombrilla, como si el tiempo no contase para él hasta que comprende que debo ir a comer. Trabaja de sol a sol, viene desde mas de 30 kilómetros, hasta la  localidad donde nos conocimos, todos los días desde abril o mayo hasta noviembre, sin otras fiestas que las obligadas por la falta de trabajo debida a la falta de usuarios en las playas que recorre metro a metro desde hace mas de 20 años, que yo sepa, sin desfallecer para enviar dinero a su familia. Cada año cuando se va a su Senegal recibo puntualmente una llamada suya de despedida.EN EL MES DEL RAMADAN ME ACUERDO DE MI AMIGO

Su familia es especial, tiene mas de una esposa, a cual más guapa y 18 hijos, bueno 17 porque uno falleció recientemente a muy corta edad. Por lo que sé, es la base económica y nutricional de su familia directa, indirecta, amigos y allegados que conviven en su casa como si fuera de de ellos mismos, porque según me dice, es su deber acogerlos y el deber de un buen musulmán. Pero esto no es todo, también hay que añadir los amigos de los hijos, que como no tienen “tele” acuden en tropel a ver los partidos de fútbol y de paso tomar algo de merienda.

Durante el Ramadán lo pasará, por una parte mal porque no es fácil, no tomar alimento ni agua durante el día y trabajar a pleno sol en agosto en la playa caminando para ganar unos euros con los que debe vivir en este país, con muchas privaciones, y ahorrar para su familia a muchos miles de kilómetros de distancia, por otra parte lo pasará bien porque para él es muy importante.

Claro que podemos pensar que si está aquí es porque quiere, pero no es así, en Senegal las condiciones no son más fáciles y las dificultades sociales, culturales y sanitarias hacen que sus paisanos estén dispuestos a atravesar medio mundo y el mar océano para llegar a un lugar llamado España que ni conocen, ni saben donde está, pero que no puede ser peor que seguir como están, y en virtud de esa ilusión, arriesgan y en ocasiones pierden su vida en el intento.

Es muy religioso, cree en la medicina tradicional y sobre todo en la cultura africana donde los “marabús” o curanderos tradicionales tienen un fuerte arraigo y mucho poder espiritual y de otras índoles, hasta tal punto que los hospitales de Dakar incorporan, de una u otra manera, a estos “colegas”.

No sabe nadar, no le gusta el mar, cree que no es seguro, ni siquiera mete un pie, aunque le explico que nuestro mar no es como el suyo, poco le importa, “…mar muyyy peligroso…” y me cuenta cuantas personas mueren cada año en la playa cerca de su casa. Sus hijos si saben nadar, porque se han criado cerca del mar y no le tienen miedo.

Come productos preparados por musulmanes, por supuesto no toma alcohol, no prueba nada que no sepa a ciencia cierta que está permitido en su religión, reza a menudo, varias veces al día, según sus creencias, hace sus abluciones, porta amuletos, intenta hacer el bien y es, en resumen, una buena persona y al que considero mi amigo.


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