“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo depende al final del color del cristal con que se mira”.
Frase de Ramón de Campoamor y Campoosorio (1817-1901).
Todo criterio, toda conclusión, todo veredicto siempre está teñido por esa subjetividad con la que vivimos, con la que observamos, con la que pensamos. Todas nuestras ideas y todos nuestros juicios y sobre todo prejuicios están filtrados, condicionados por nuestra particular perspectiva, por el color de ese cristal a través del cual miramos.
Por ende siempre estamos maniatados por la consiguiente subjetividad, circunstancia que nos convierte en falibles ante cualquier observación de la vida de los otros. Sabemos tan bien criticar ese modo de vida ajeno como incapaces somos de ver un solo defecto en el propio.
Y es tan fácil criticar y hacer daño a la ligera que al final puede que incluso sea cierto que es este un mundo traidor y que nos colocamos esas gafas con los colores elegidos para fulminar. Mientras nuestra miope mirada queda encerrada tras esas rejas.
Por ello esta consabida frase inicial que nunca pasará de moda apunta a desarticular cualquier posición religiosa, filosófica, política, económica, personal… o en definitiva, puede decirse, ideológica que tenga pretensiones de verdad universal.