Yo tengo poco que decir, y aun eso poco ya estará dicho más de una vez. Pero, de todas formas, voy a decirlo. Es apenas una observación marginal (como de costumbre) y tal vez un poco simplista (como de costumbre).
Le Corbusier tiene un croquis muy famoso en el que simplifica cuatro formas de diseñar o de concebir un edificio. Es muy claro, como siempre:
La segunda es hacer un volumen macizo, compacto. (Tiene muchos edificios así, aunque ninguno tan soso ni tan torpemente macizo. Podría ser, por ejemplo, el edificio de Manufacturas Duval, en St. Dié, o el Secretariado de Chandigarh).
La tercera es hacer una estructura muy rígida y cuadriculada y moverse libremente dentro de ella. (Conceptualmente tiene muchas obras así, pero ninguna tiene la forma del croquis nº 3. Pongamos por ejemplo el Centro de Artes Visuales de Cambridge, en la Universidad de Harvard, y el Palacio de Congresos de Estrasburgo).
Y la cuarta es la suma de todas las anteriores: Una disposición en planta que se organiza libremente (véase la zona rayada), pero que exteriormente parece un volumen compacto, una caja, y que, con una estructura regular, se toma todas las libertades que quiere. (El ejemplo palmario de esta es la Villa Saboya).
En definitiva, es un regalo dentro de un estuche.
Y, para que luego digan que el Movimiento Moderno estaba ayuno de Complejidad y Contradicción, esta casa es completamente contradictoria.
Tras la aparente sencillez y homogeneidad se esconde un espacio sorprendente.
¿Por qué no se ha dejado la mirada libre al espacio abierto? ¿Por que se la constriñe?
Por otra parte, el obligar a que la planta de la casa quede inscrita en ese pseudocuadrado ocasiona algunas incomodidades, algunos agobios innecesarios (sobre todo cuando no se tiene ninguna limitación de espacio en la parcela). Hay un cierto "amontonamiento" de las habitaciones, una doble circulación desde la escalera y algunos estorbos en la apertura de puertas que no parecen propios de una casa con tanto sitio.
Pero por encima de la funcionalidad cuenta el teorema, la dificultad autoimpuesta, la resolución de un problema que no era tal, que se ha inventado el arquitecto por puro placer sádico.
No es la mejor planta del mundo, pero la casa es magnífica. Los complejos y contradictorios espacios que conviven y pelean dentro de la caja producen una gran riqueza perceptiva y un enorme placer, tanto intelectual como sensual.
Pero, por encima de todo, creo que el mayor hallazgo de esta casa es que los vacíos son más protagonistas que los llenos. La casa se amontona y se estruja, pero las terrazas (cubiertas y no cubiertas), la rampa exterior, el solarium, etc, son los huecos que organizan el espacio, los vacíos que relacionan los volúmenes y dan sentido al conjunto.
En el croquis nº 4 tienen tanta importancia las zonas blancas como las rayadas, o más.
El regalo es siempre más importante que el estuche; el espacio lo es más que la materia.