La Grande Corniche y la Corniche Moyenne atraviesan encantadores poblados rodeados de increíbles vistas panorámicas, en tanto que la Corniche Inférieure bordea distinguidas urbanizaciones cercanas al mar. Para llegar a Èze hay que abordar un autobús que recorrerá la Corniche Moyenne hasta arribar a este pequeño enclave encaramado a 427 metros sobre el nivel del mar, y luego prepararse para recorrer a pie sus calles empinadas y laberínticas plenas de glamorosas tiendas, restaurantes y galerías de arte.
Una doble puerta fortificada que data del siglo XV da cuenta de su pasado medieval: la Capilla de los Penitentes Blancos cuenta entre sus tesoros con un crucifijo catalán que data del siglo XIII, la iglesia merece un párrafo aparte y, cuesta arriba, se avizora el viejo castillo en ruinas sobre el que se emplaza un maravilloso jardín botánico en el que se despliega una notable variedad de cactus.
El príncipe Guillermo de Suecia así como la duquesa rusa Anastasia Mikhailovna, seducidos por la impronta natural y distinguida de Èze, establecieron aquí imponentes residencias: el Chateau de Chèvre d´Or, frecuentado otrora por la nobleza sueca, hoy es un magnífico hotel de lujo cuyas terrazas espían el azul del Mediterráneo. Pero no sólo de aristócratas se ha nutrido el pueblo: los habitantes saludan a Bono como a uno más de sus vecinos y Friedrich Nietzsche se inspiró en sus paisajes para escribir la tercera parte deAsí habló Zaratustra, se dice que en el sendero de la parte baja del casco antiguo que hoy lleva su nombre.
Nuestra Señora de la Asunción
El arquitecto italiano Antoine Spinelli diseñó su construcción entre 1764 y 1778 sobre las ruinas del templo precedente, y la emplazó en lo alto de la colina, próxima a la ciudad medieval, con una fachada propia del neoclasicismo que contrasta con el estilo barroco de su interior.
La torre data del siglo XIX y fue diseñada siguiendo las líneas clásicas del edificio principal; el interior se compone de una nave principal con capillas laterales y se encuentra bellamente decorada, con el estilo exagerado y profuso en detalles característico del arte barroco. En suma, una pequeña joya rodeada de la Naturaleza plena que circunda esta pequeña villa francesa.
Cactus y diosas
El camino de ladrillos ascendente se encuentra circundado por diferentes especies de cactus, suculentas y aloes que a su vez van alternando con flores de colores y plantas exóticas: hacia arriba el acantilado y sus formas abruptas en el que se emplaza el pueblo; hacia abajo los techos amarillos y rojizos de la villa y el azul plomizo del Mediterráneo.
Los brazos de Isis o Justine enmarcan su vientre prominente: “Vous m’avez reconnue, je suis la même et pourtant autre” anuncia placidamente al visitante la primera de las deidades talladas por el escultor Philippe Richard, que recorre los recovecos de la femineidad en estas figuras realizadas en tierra o, como denominara el artista al noble material, “polvo de estrellas”. Espejos de agua y cascadas contribuyen con su sonido casi inaudible a sostener la atmósfera sacra que impregna, misteriosa, el increíble jardín de Èze.