La luz se tamiza entre las hojas de los arboles y cae lentamente sobre las zarzas cubriendo sus espinas. Sólo un pájaro atraviesa el silencio del bosque al mediodía y se sorprende ante la presencia de una joven. Sus pies descalzos se adentran en la espesura. Ningún arañazo rasga su piel, el filo de las piedras se suaviza bajo su peso. Tampoco su ropa muestra jirones, ni un solo desgarro. La muralla de maleza se abre a su paso. ¿Quién es ella? El ave la interroga, canta. La joven le responde con un trino, despliega sus brazos cubiertos de plumas y dice: "Soy el mirlo blanco".