En la iglesia.
Por cierto, ¿Hoy es domingo? Y yo convencido de que era viernes. Una bruma en el cerebro me impide pensar con claridad. Hace un momento me despertó esa música sacra y ví a San Antonio observándome desde arriba. ¡Que bonitos son los azules, rojos y amarillos de la vidriera! Afuera debe hacer un día espléndido. Me molesta un poco la cabeza. Será por el intenso olor a incienso quemado. Para colmo el sacerdote ha empezado hablar de mi. De su boca ha salido mi nombre. A pesar de todo se está bien aquí. Pero no entiendo. ¿Por qué lloran todos?