Esta misma semana mis alumnos recibirán sus notas, flamearán aprobados -pocos- y suspensos -muchos- un rato por los pasillos, con suerte acabarán en manos de sus padres. Voy cerrando tareas burocráticas escolares, de esas desconocidas por lo grises: la memoria de área, la memoria tutorial, el repaso a las entrevistas hechas a familias y alumnos, las actas de las juntas de evaluación, la mirada final a que los boletines de notas estén todos correctos,...
Y anoche contaba, también, los libros que tengo reservados para leer durante el verano. Doce, exactamente. Preparados ya. Hoy pensaba en esto mientras el alumno de la penúltima fila, allá en la clase del fondo, a la izquierda, me preguntaba -no sé si por curiosidad, no sé si para irse preparando- si yo el año que viene iba a ser su tutora.