Un compañero de trabajo me dijo hoy, sin anestesia, que me encontraba en la plenitud de mi carrera profesional. Un comentario hecho con todo el cariño, supongo, y que venía a decir que me veía bien, que las personas que apostaron por mí para dirigir la compañía se sentían satisfechas con mi trabajo y que yo trasmitía el mismo nivel de satisfacción. Eso que llaman hoy un win and win, y que toda la vida se llamó bueno para ambas partes. Por supuesto he correspondido al comentario con una sonrisa, un apretón de manos y una frase de sincera y amable gratitud, pero a medida que me dirigía hacia el párking a recoger mi coche, sus palabras han comenzado a rebotar en la corteza cerebral como una pelota de goma en una pista de squash.
¿Qué significa estar en la plenitud profesional, que no hay más camino ascendente, que a partir de ahora he de comenzar a comprender que lo próximo será la decrepitud profesional, el declive o el mantenimiento, pero no la ascensión?, la verdad, no tengo ni idea. De la misma forma que jamás me planteé estar en la plenitud de nada, ahora tampoco tengo la capacidad de anticipar qué vendrá a continuación. Recuerdo cuando era niño que veía gráficas de aptitudes de infinitas materias según las edades, y recuerdo una en concreto en la que aparecía una serie de hombres de perfil, comenzando con un macho adolescente en la parte izquierda de la gráfica y acabando por un anciano al final, a la derecha, alienados al estilo de la evolución de Darwin, y en la que se mostraba a los hombres con su pene erecto en las diferentes edades de la vida. En la mía actual el ángulo apenas debería estar sobre los 45/50º, lejos, muy, muy lejos de los 90º de los que disfruté en algún momento.
Y sin embargo no es así, por lo menos no siempre. La generación a la que pertenezco ha barrido todas las metas y pulverizado todas las fronteras achacables a la edad. Nosotros dejamos de ser niños cuando deberíamos ser adolescentes, abandonamos la adolescencia con edad de jóvenes, fuimos jóvenes hasta bien entrada la edad adulta, y ahora, cuando se supone que deberíamos comenzar la madurez, apenas somos padres de familia con niños pequeños. Así pues, ¿qué significa que he alcanzado la plenitud?
Hace unos años, casi diez, alguien me dijo que ya había alcanzado la plenitud. Quizá no fueran exactamente ésas sus palabras conociendo al personaje, pero vino a decir (con mucho menos cariño) que mi recorrido en la empresa familiar en la que había trabajo por veinte años se había agotado. Y tenía razón. Dejé mi plenitud de entonces y me marché a un nuevo país, a trabajar en algo totalmente diferente cobrando menos de la mitad de lo que ganaba para comenzar de nuevo desde abajo, bien lejos de la plenitud ya alcanzada. Hoy, las palabras de mi compañero me han retrocedido a ese instante de mi vida en el que sentí que iba a morir asfixiado en mi propia plenitud.
Ahora no me siento así, pero he de reconocer que se acerca el momento de comenzar en otro lugar, como otra persona, con la gran ventaja de que esta vez sé en qué quiero alcanzar esa manida plenitud, y quizá, si tengo el talento necesario y la capacidad de trabajo suficiente, habrá alguien que me diga en unos años que he alcanzado mi plenitud como escritor.
Otra cosa, amigos, es la plenitud vital, pero de ésa no puedo hablar porque apenas estoy en el inicio del camino...