Siempre creyeron que la realidad era eso. Despertarse y andar hacia el trabajo.
Vivir con la condición de salir a cenar el viernes, ver una película el sábado y hacerse un bañera el domingo. Nunca supieron que la realidad empezaba donde lo hacían los sueños. Que si de algo y para algo se vive, es para comer palomitas y beber coca-cola, para hacerse siestas de cuatro a siete y cada noche, ver una peli mientras abrazas al cojín mas esponjoso. Así, haciendo cosquillas con los pies a tu compañero de sofá, de sueño, de realidad.