B se encuentra mucho mejor. Ya algunos granitos han desaparecido y parece que no están saliendo más. No ha dejado de mostrar interés por jugar, caminar, etcétera; sin embargo, ha dormido más durante la noche, sus siestas del día han sido más largas, y pasa mayores ratos sentadita en mi regazo, mamando. Su necesidad de mamar debió advertirme que estaba malita antes de que se presentaran los granitos, pero como le están saliendo más dientes y en cualquier momento puede haber un brote de crecimento, pues no supe.
Cuando esto empezó, sentí esa agradable sensación mezcla de orgullo y agradecimiento, por poder darle consuelo y alivio a través de la teta. Además de que la leche materna es un excelente alimento, lo que viene muy bien cuando la enfermedad le reduce el apetito, tiene propiedades analgésicas y ocupada en mamar se distrae de la comezón. Y está la seguridad de la cercanía de mamá. La cercanía permanente e incondicional de mamá. Las tetas de mamá al servicio del bienestar de la cría, por amor, conforme al diseño de nuestros cuerpos... ¡Hasta el límite!
Quiero decir: llegué al límite.
Esta fue oficialmente nuestra primera crisis de lactancia. Hemos tenido momentos difíciles: cuando ella estuvo desnutrida porque a causa de la forma de su paladar, no podía extraer suficiente leche; como continuación, cuando traté de sacarme leche y entre el tiempo que ella mamaba y el tiempo de extracción, me abrumé. Pero nunca dejé de querer tenerla prendida. Hasta ahora.
Más o menos a los trece meses, empezó a haber momentos en los que me sentía cansada de dar de mamar, y empecé a pensar en la posibilidad del destete para no mucho después. Dicen que el destete comienza cuando se ofrecen al niño alimentos aparte de la leche. Supongo que así empieza el destete natural; sin embargo, destetar como algo que hace la madre, creo que pasa cuando la lactancia deja de ser a demanda. Y sin proponerme destetarla -más bien no queriendo hacerlo-, más o menos como al año, empecé a decirle a veces a B, que en ese justo momento no, que esperara un poquito.
Volviendo al punto: antier no pude más. Me sentía cansadísima. El papá de B creyó que me habría dado alguna clase de infección asociada a la varicela de la niña; pero no: nada más estaba muy muy muy muy cansada. Tenía unas dos semanas trabajando por la noche en un proyecto que esperaba echar a rodar por el mundo la semana pasada. Entonces llegaron los granitos, la fiebre y la demanda de más y más y más teta con las correspondientes desveladas. Podríamos haber dormido como antes, las dos juntas, ella a la teta y ambas felices; pero no, porque la demanda era también de "sintonizar".
"Sintonizar" se refiere a tomar entre dos dedos el pezón que no está en la boca, y darle vuelta, apretarlo, jalarlo, presionarlo, etc. Ese era el problema. Ese estaba siendo el problema desde unos tres meses atrás. Cuando empezó a hacerlo, siendo una bebé pequeña, me incomodaba un poco, pero sabiendo que eso estimula la producción de leche y viéndola disfrutarlo, lo toleré hasta que dejó de incomodarme. Ahora, siendo mayor, su fuerza también es mayor, y no es lo mismo un ratito que un ratote y que muchos ratotes uno tras otro. No podía soportar que sintonizara más.
Afortunadamente, dormí. Su papá me dijo que le mostrara cómo tocar con suavidad; dudé que funcionara, pero funciona. De todas formas, como su motricidad sigue siendo la de una bebé de un año y yo estoy sensible, le dije que ya no me gustaba que hiciera eso, que me incomodaba y me dolía; que la teta iba a descansar mientras tomaba de la otra. Unas tres veces se enojó mucho; pero le besé la mano, le di opciones para tocar, y parece que vamos bien. Vuelvo a sentirme contenta de oírla decir "¡teta!" Con el favor de Dios, seguiremos en esto; ojalá hasta que ella quiera. Después de esta experiencia, no se me haría raro descubrir que no quiero más; a ver... Como decía, ojalá sea un destete natural; pero si no, no se acaba el mundo. (Por supuesto, no le habría destetado en medio de la varicela, así hubiera tenido que voltearme de cabeza.)
Silvia Parque