En cada paso silencioso y necio voy encontrando insatisfacción. En cada moribundo momento de vida.
Si todo se va acabando rápidamente, no sirve de nada valorar, pues el valor muta. Y la mutación vuelve a cambiar, en si misma, y ya es otra cosa, otra idea en el mundo mutante. A veces todo es tan jodidamente imperceptible [...] pediría impasses, que aunque existen, pueden pasar fácilmente desapercibidos entre tanto aire laxo y cosas medio dormidas. Yo soy un impass, ¿o estoy en uno? Un lugar oscuro y verde, donde te piden las colillas, donde mis restos, mi basura, tienen un valor lujurioso para algunos, los que recolectan para hacerse a si mismos. Mis desperdicios crecen, no tendrán mesura en tiempo porque no hay regulación sobre esta clase de asuntos, que, por otra parte, son altamente innecesarios, profunda mierda. Y pura.
No llegaremos a ninguna parte en gestión de estas cosas. Los hombres y los hombres muertos vamos juntos deshaciendo, ocupando, formando parte. Cuando se muere, tienes millones de opciones, morirte a su vez, morirte después, o morirte justo antes. La elección es recomendable, al fin y al cabo. Los vivos y los muertos, para ambos este día nos es nublado, húmedo e invernal. A los de aquí nos queda el mar muy lejos pero, se de otros que viven, otros que viven en el mismo mar, en cada gota, en cada parte del mar visible y en todo el volumen oceánico que permanece escondido.
Normalmente necesito justificar la existencia de las cosas, el mero sentido del ser, la materia y la inmateria, el aire oxigenado asesino, la fruta fresca y sana, lo que leo, leí o quisiera leer. Pero no consigo nada. Es maravilloso y es letal. Todo sigue adelante, si. Pero si quiero puedo resistirme a la tentación, a la perduración. Puedo desnudarme, intentar el último polvo, y obviar que todo está vacío, encomendarme a JPS, y vomitar hasta quedarme reducido a mi propio líquido, exento de piel, ya solo pequeñas partes, entre duras y blandas, ya solo residuos aceptables, tal y como la gente esta dispuesta a asumir.